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Lección 14

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Lección 14

El descubrimiento de América y su preparación como la cuna de la Restauración

Escrituras

1 Nefi 13:10–19

Libro de Mormón

10 Y sucedió que miré, y vi muchas aguas; y estas separaban a los gentiles de la posteridad de mis hermanos.

11 Y aconteció que el ángel me dijo: He aquí, la ira de Dios está sobre la posteridad de tus hermanos.

12 Y miré, y vi entre los gentiles a un hombre que estaba separado de la posteridad de mis hermanos por las muchas aguas; y vi que el Espíritu de Dios descendió y obró sobre él; y el hombre partió sobre las muchas aguas, sí, hasta donde estaban los descendientes de mis hermanos que se encontraban en la tierra prometida.

13 Y aconteció que vi al Espíritu de Dios que obraba sobre otros gentiles, y salieron de su cautividad, cruzando las muchas aguas.

14 Y sucedió que vi muchas multitudes de gentiles sobre la tierra de promisión, y vi que la ira de Dios vino sobre los descendientes de mis hermanos, y fueron dispersados delante de los gentiles, y afligidos.

15 Y vi que el Espíritu del Señor estaba sobre los gentiles, y prosperaron y obtuvieron la tierra por herencia; y vi que eran blancos y muy bellos y hermosos, semejantes a los de mi pueblo antes que los mataran.

16 Y aconteció que yo, Nefi, vi que los gentiles que habían salido de la cautividad se humillaron delante del Señor, y el poder del Señor estaba con ellos.

17 Y vi que las madres patrias de los gentiles se hallaban reunidas sobre las aguas, y sobre la tierra también, para combatirlos.

18 Y vi que el poder de Dios estaba con ellos, y también que la ira de Dios pesaba sobre todos aquellos que estaban congregados en contra de ellos para la lucha.

19 Y yo, Nefi, vi que los gentiles que habían salido de la cautividad fueron librados por el poder de Dios de las manos de todas las demás naciones.

2 Nefi 1:5–9

Libro de Mormón

5 Pero, dijo él, a pesar de nuestras aflicciones, hemos obtenido una tierra de promisión, una tierra escogida sobre todas las demás; una tierra que el Señor Dios hizo convenio conmigo de que sería una tierra para la herencia de mi posteridad. Sí, el Señor me ha dado esta tierra por convenio a mí y a mis hijos para siempre, y también para todos aquellos que la mano del Señor conduzca de otros países.

6 Por tanto, yo, Lehi, profetizo según el Espíritu que obra en mí, que nadie vendrá a esta tierra a menos que sea traído por la mano del Señor.

7 Por tanto, esta tierra está consagrada a quienes él traiga. Y en caso de que le sirvan según los mandamientos que él ha dado, será para ellos una tierra de libertad; por lo que nunca serán reducidos al cautiverio; si tal sucediere, será por causa de la iniquidad; porque si abunda la iniquidad, maldita será la tierra por causa de ellos; pero para los justos será bendita para siempre.

8 Y he aquí, es prudente que esta tierra no llegue todavía al conocimiento de otras naciones; pues he aquí, muchas naciones sobrellenarían la tierra, de modo que no habría lugar para una herencia.

9 Por tanto, yo, Lehi, he obtenido la promesa de que, si aquellos que el Señor Dios trae de la tierra de Jerusalén obedecen sus mandamientos, prosperarán sobre la superficie de esta tierra y serán preservados de todas las demás naciones, a fin de que posean esta tierra para sí mismos. Y en caso de que guarden sus mandamientos, serán bendecidos sobre la superficie de la tierra; y no habrá quien los moleste ni les quite la tierra de su herencia; y habitarán seguros para siempre.

2 Nefi 3:1–5

Libro de Mormón

1 Y ahora te hablo a ti, José, mi postrer hijo. Tú naciste en el desierto de mis aflicciones; sí, tu madre te dio a luz en la época de mis mayores angustias.

2 Y el Señor te consagre también a ti esta tierra, la cual es una tierra tan preciosa, por herencia tuya y la herencia de tu posteridad con tus hermanos, para vuestra seguridad para siempre, si es que guardáis los mandamientos del Santo de Israel.

3 Y ahora bien, José, mi último hijo, a quien he traído del desierto de mis aflicciones, el Señor te bendiga para siempre, porque tu posteridad no será enteramente destruida.

4 Porque he aquí, tú eres el fruto de mis lomos; y yo soy descendiente de José que fue llevado cautivo a Egipto. Y grandes fueron los convenios que el Señor hizo con José.

5 Por lo tanto, José realmente vio nuestro día. Y recibió del Señor la promesa de que del fruto de sus lomos el Señor Dios levantaría una rama justa a la casa de Israel; no el Mesías, sino una rama que iba a ser desgajada, mas no obstante, sería recordada en los convenios del Señor de que el Mesías sería manifestado a ellos en los últimos días, con el espíritu de poder, para sacarlos de las tinieblas a la luz; sí, de la obscuridad oculta y del cautiverio a la libertad.

Éter 2:7–12

Libro de Mormón

7 Y no quiso el Señor permitir que se detuvieran del otro lado del mar, en el desierto, sino dispuso que avanzaran hasta llegar a la tierra de promisión, que era una tierra escogida sobre todas las demás, la cual el Señor Dios había preservado para un pueblo justo.

8 Y había jurado en su ira al hermano de Jared que quienes poseyeran esta tierra de promisión, desde entonces y para siempre, deberían servirlo a él, el verdadero y único Dios, o serían exterminados cuando cayera sobre ellos la plenitud de su ira.

9 Y así podemos ver los decretos de Dios concernientes a esta tierra: Que es una tierra de promisión; y cualquier nación que la posea servirá a Dios, o será exterminada cuando la plenitud de su ira caiga sobre ella. Y la plenitud de su ira descenderá sobre ella cuando haya madurado en la iniquidad.

10 Porque he aquí, esta es una tierra escogida sobre todas las demás; por tanto, aquel que la posea servirá a Dios o será exterminado, porque es el eterno decreto de Dios. Y no es sino hasta cuando llega al colmo la iniquidad entre los hijos de la tierra, que son exterminados.

11 Y esto viene a vosotros, oh gentiles, para que conozcáis los decretos de Dios, para que os arrepintáis y no continuéis en vuestras iniquidades hasta llegar al colmo, para que no hagáis venir sobre vosotros la plenitud de la ira de Dios, como lo han hecho hasta ahora los habitantes de la tierra.

12 He aquí, esta es una tierra escogida, y cualquier nación que la posea se verá libre de la esclavitud, y del cautiverio, y de todas las otras naciones debajo del cielo, si tan solo sirve al Dios de la tierra, que es Jesucristo, el cual ha sido manifestado por las cosas que hemos escrito.

Éter 13:1–12

Libro de Mormón

1 Y ahora yo, Moroni, procedo a concluir mi relato concerniente a la destrucción del pueblo del cual he estado escribiendo.

2 Pues he aquí, rechazaron todas las palabras de Éter; porque él verdaderamente les habló de todas las cosas, desde el principio del hombre; y de que después que se hubieron retirado las aguas de la superficie de esta tierra, llegó a ser una tierra escogida sobre todas las demás, una tierra escogida del Señor; por tanto, el Señor quiere que lo sirvan a él todos los hombres que habiten sobre la faz de ella;

3 y de que era el sitio de la Nueva Jerusalén que descendería del cielo, y el santo santuario del Señor.

4 He aquí, Éter vio los días de Cristo, y habló de una Nueva Jerusalén sobre esta tierra.

5 Y habló también concerniente a la casa de Israel, y la Jerusalén de donde Lehi habría de venir —que después que fuese destruida, sería reconstruida, una ciudad santa para el Señor; por tanto, no podría ser una nueva Jerusalén, porque ya había existido en la antigüedad; pero sería reconstruida, y llegaría a ser una ciudad santa del Señor; y sería edificada para la casa de Israel—

6 y que sobre esta tierra se edificaría una Nueva Jerusalén para el resto de la posteridad de José, para lo cual ha habido un símbolo.

7 Porque así como José llevó a su padre a la tierra de Egipto, de modo que allí murió, el Señor consiguientemente sacó a un resto de la descendencia de José de la tierra de Jerusalén, para ser misericordioso con la posteridad de José, a fin de que no pereciera, tal como fue misericordioso con el padre de José para que no pereciera.

8 De manera que el resto de los de la casa de José se establecerán sobre esta tierra, y será la tierra de su herencia; y levantarán una ciudad santa para el Señor, semejante a la Jerusalén antigua; y no serán confundidos más, hasta que llegue el fin, cuando la tierra deje de ser.

9 Y habrá un cielo nuevo, y una tierra nueva; y serán semejantes a los antiguos, salvo que los antiguos habrán dejado de ser, y todas las cosas se habrán vuelto nuevas.

10 Y entonces viene la Nueva Jerusalén; y benditos son los que moren en ella, porque son aquellos cuyos vestidos son hechos blancos mediante la sangre del Cordero; y son ellos los que están contados entre el resto de los de la posteridad de José, que eran de la casa de Israel.

11 Y entonces viene también la antigua Jerusalén; y benditos son sus habitantes, porque han sido lavados en la sangre del Cordero; y son los que fueron esparcidos y recogidos de las cuatro partes de la tierra y de los países del norte, y participan del cumplimiento del convenio que Dios hizo con Abraham, su padre.

12 Y cuando sucedan estas cosas, se cumplirá la Escritura que dice: Hay quienes fueron los primeros, que serán los postreros; y quienes fueron los postreros, que serán los primeros.

Mensaje

L. Tom Perry, “God’s Hand in the Founding of America”, New Era, julio de 1976, págs. 44–50.

La mano de Dios en la fundación de América

Por el Élder L. Tom Perry del Consejo de los Doce

Adaptado de un discurso pronunciado el 24 de febrero de 1976 en la BYU

Miro a mi alrededor y encuentro algunos signos muy definidos de la decadencia que está empezando a ocurrir. La corrupción, el crimen, la deshonestidad, la inmoralidad, la contaminación, la pereza, la devoción sólo a los intereses especiales, son signos que preceden a la caída de las grandes civilizaciones. Vemos muchas pruebas de estos signos ante nuestros ojos. Sin embargo, me doy cuenta de la promesa que se nos ha dado en esta gran tierra de América. También recuerdo las profecías relativas a nuestras grandes responsabilidades para preservar aquello con lo que hemos sido bendecidos por Dios. El Señor ha prometido sostener la verdad en esta tierra.

Nuestro compromiso con América ha sido testificado por muchos, pero les señalaré testigos especiales que han indicado nuestras responsabilidades con esta tierra.

Primero de Brigham Young, segundo presidente de la Iglesia: "¿Se destruirá la Constitución? No: será mantenida inviolada por este pueblo; y, como dijo José Smith, 'Llegará el momento en que el destino de esta nación penderá de un solo hilo'. En esa coyuntura crítica, este pueblo dará un paso adelante y la salvará de la destrucción amenazada'. Así será". (Journal of Discourses, 7:15.)

Ahora otro testigo, John Taylor, tercer presidente de la Iglesia: "Cuando el pueblo haya hecho trizas la Constitución de los Estados Unidos, los ancianos de Israel se encontrarán sosteniéndola ante las naciones de la tierra, y proclamando la libertad y la igualdad de derechos para todos los hombres, y extendiendo la mano de la comunión a los oprimidos de todas las naciones." (The Gospel Kingdom, Deseret Book Co., 1943, p. 219.) Esto es parte del programa.

Un último testimonio es de George Q. Cannon, antiguo miembro de la Primera Presidencia, quien dijo que "llegará el día en que la Constitución y el gobierno libre bajo ella serán sostenidos y preservados por este pueblo". (JD, 23:104.)

Ahora, les declaro que si no estamos en las etapas iniciales del cumplimiento de esta profecía, por lo menos estamos en las etapas en que nos estamos preparando para su cumplimiento.

El mensaje bicentenario de la Iglesia

Ahora, en esta etapa crítica de la historia de nuestra nación, nos encontramos repentinamente con una gran oportunidad para invertir la tendencia y ayudar a trazar el curso de este país hacia la rectitud. Hemos impreso un documento que estará disponible en toda la Iglesia. Contiene nuestro mensaje a nuestro país durante este año del Bicentenario. El título es "La mano de Dios en la fundación de América". Como parte de este esfuerzo encargamos siete pinturas específicas que se han impreso como carteles para contar nuestro mensaje a la nación. Se prevé que esta serie de carteles se utilice en todos los edificios de la Iglesia en los Estados Unidos durante 1976; quienes visiten nuestros edificios y no sean de nuestra fe tendrán la oportunidad de escuchar nuestro mensaje a través de esta serie. Me gustaría que se familiarizaran con su mensaje. Me gustaría que lo conocieras para que puedas declararlo a otros.

El esfuerzo del Bicentenario de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se comunica a América en tres mensajes únicos. Primero, la historia temprana de América comenzó hace más de 2.000 años y está contenida en un registro antiguo y sagrado llamado el Libro de Mormón. Segundo, el descubrimiento de América y el establecimiento de los Estados Unidos fue parte del plan de Dios y fue llevado a cabo por hombres que fueron inspirados y guiados por Dios. Y finalmente, el destino futuro de América depende de la rectitud y moralidad de sus familias.

¿Por qué es tan importante conocer y comprender el pasado de Estados Unidos? Sabemos que la historia proporciona importantes lecciones y advertencias para hoy: lecciones sobre Dios y su interés en los asuntos de los hombres; y advertencias en forma de destrucciones que llegaron a las primeras civilizaciones americanas cuando perdieron su reverencia por la familia, la moralidad o Dios. ¿Por qué estos mensajes son especialmente importantes durante el año del Bicentenario? Porque la única manera verdadera de celebrar el Bicentenario es con el mismo espíritu que prevalecía hace 200 años, con el espíritu de humildad y reconocimiento del control de Dios sobre la tierra y la dependencia del hombre de Jesús el Cristo.

La América antigua

Permítanme presentarles estos carteles. El primero se titula "América antigua". Los arqueólogos han confirmado la existencia de una gran civilización pre-azteca en el continente americano. El Libro de Mormón es un registro de esta civilización, que comenzó unos 600 años antes de Cristo cuando un hombre llamado Lehi dejó Jerusalén y llegó en barco a las Américas. El libro fue conservado por este antiguo pueblo en láminas de oro. El hijo de Lehi, Nefi, fue un gran profeta que previó gran parte del futuro de esta nueva tierra. Él previó un tiempo después de la resurrección de Cristo cuando el Hijo de Dios aparecería en América.

"Vi los cielos abiertos, y al Cordero de Dios que descendía del cielo; y descendió y se mostró a ellos". (1 Ne. 12:6.) Previó una apostasía tanto aquí como en el Viejo Mundo cuando otros habrían "quitado del evangelio del Cordero muchas partes que son claras y preciosas. ..." (1 Ne. 13:26.)

Nefi también vio la destrucción de esta civilización americana primitiva y un redescubrimiento posterior de esta tierra por un explorador inspirado.

"Y miré y contemplé a un hombre entre los gentiles, que estaba separado de la simiente de mis hermanos por las muchas aguas; y vi el Espíritu de Dios, que descendió y obró sobre el hombre; y salió sobre las muchas aguas, hasta la simiente de mis hermanos, que estaban en la tierra prometida." (1 Ne. 13:12.)

Finalmente previó la restauración de la plenitud del evangelio aquí en esta tierra. "Estos últimos registros ... darán a conocer las cosas claras y preciosas que les han sido arrebatadas. ..." (1 Ne. 13:40.)

La historia del Libro de Mormón concerniente a los hijos de Lehi se extiende diez veces más atrás que la que celebramos en el Bicentenario, y veinte veces más lejos en lo que respecta a los que siguieron al hermano de Jared, un registro también contenido en el Libro de Mormón. Tenemos evidencia abrumadora de la mano de Dios en el establecimiento de esta nación y su trato con la humanidad tanto en tiempos de justicia como de maldad.

Cristo en América

El segundo cartel muestra a Cristo en América. El mayor evento registrado en el Libro de Mormón fue la visita de Jesucristo a América poco después de su resurrección. El Libro de Mormón se convierte así en un segundo testimonio de la divinidad del Hijo de Dios. Los mormones utilizan tanto la Biblia como el Libro de Mormón, creyendo que ambos son escritos antiguos y sagrados, uno del Viejo Mundo y otro del Nuevo. La última parte del Libro de Mormón relata una gran guerra que prácticamente destruyó la antigua civilización americana. Para preservar su historia, que había sido grabada en planchas de oro, enterraron el registro en la tierra. El hombre que resumió estos registros antes de la destrucción de su pueblo se llamaba Mormón, de ahí el nombre del Libro de Mormón. Fue el hijo de Mormón, Moroni, quien enterró las planchas. Antes de hacerlo, hizo esta profecía a todos los que leerían el libro hoy:

"Y cuando recibáis estas cosas, os exhorto a que preguntéis a Dios, el Padre Eterno, en el nombre de Cristo, si estas cosas no son verdaderas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ello, por el poder del Espíritu Santo.

"Y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas". (Moro. 10:4-5.)

América redescubierta

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El tercer cartel se titula "América redescubierta". Pasaron siglos antes de que el Señor guiara a Cristóbal Colón al Nuevo Mundo. En varias ocasiones Colón dio crédito al Todopoderoso. Al escribir a los dirigentes españoles, dijo: "Nuestro Señor descerrajó abrió mi mente, me envió al mar y me dio fuego para la infundió el fuerte deseo de lograr esa hazaña. Quienes oyeron hablar de mi empresa, la calificaron de insensata, se burlaron de mí y se rieron. Pero ¿quién puede dudar sino que el Espíritu Santo me inspiró?" . (Jacob Wassermann, Columbus, Don Quixote of the Seas, trans. Eric Sutton, Boston: Little, Brown and Co., 1930, p. 20). Durante el viaje, después de semanas de navegación sin tierra a la vista, surgió un motín. Finalmente, Colón prometió a los capitanes de las otras dos naves que darían la vuelta si no se divisaba tierra en 48 horas. Entonces se dirigió a su camarote y, según sus palabras, "rezó poderosamente al Señor". Al día siguiente, 12 de octubre, avistaron tierra. Sabemos que una tierra de libertad y libertad religiosa era un ingrediente necesario en el plan de Dios. Así, Colón y otros, en particular los que buscaban la libertad religiosa, fueron conducidos a las costas de América.

El tercer cartel se titula "América redescubierta". Pasaron siglos antes de que el Señor guiara a Cristóbal Colón al Nuevo Mundo. En varias ocasiones Colón dio crédito al Todopoderoso. Al escribir a los dirigentes españoles, dijo: "Nuestro Señor abrió mi mente, me envió al mar y me infundió el fuerte deseo de lograr esa hazaña. Quienes oyeron hablar de mi empresa, la calificaron de insensata, se burlaron de mí y se rieron. Pero ¿quién puede dudar que el Espíritu Santo me inspiró?" . (Jacob Wassermann, Columbus, Don Quixote of the Seas, trans. Eric Sutton, Boston: Little, Brown and Co., 1930, p. 20). Durante el viaje, después de semanas de navegación sin tierra a la vista, surgió un motín. Finalmente, Colón prometió a los capitanes de las otras dos naves que darían la vuelta si no se divisaba tierra en 48 horas. Entonces se dirigió a su camarote y, según sus palabras, "rezó poderosamente al Señor". Al día siguiente, 12 de octubre, avistaron tierra. Sabemos que una tierra de libertad y libertad religiosa era un ingrediente necesario en el plan de Dios. Así, Colón y otros, en particular los que buscaban la libertad religiosa, fueron conducidos a las costas de América.

Hombres levantados

El cuarto de la serie de carteles se titula "Hombres levantados". El éxito de la Declaración de Independencia y de la Guerra Revolucionaria se produjo gracias a los hombres que fueron levantados por Dios para este propósito especial. Hay que leer la Declaración de Independencia para sentir su inspiración. Basta con estudiar la historia para reconocer que un grupo de colonias incipientes que derrotó a la nación más poderosa del mundo surgió de una fuerza mayor que el hombre. ¿En qué otro lugar del mundo encontramos un grupo de hombres reunidos en un mismo lugar y en un mismo momento que posean mayor capacidad y sabiduría que los padres fundadores -Washington, Jefferson, Franklin y otros-? Pero no fue a sus propias habilidades a las que dieron el crédito. Reconocieron a Dios Todopoderoso y estaban seguros de la imposibilidad de su éxito sin su ayuda. Benjamín Franklin hizo un llamamiento a las oraciones diarias en la Convención Constitucional. En ese llamamiento dijo: "Si un gorrión no puede caer al suelo sin Su aviso, ¿es probable que un imperio pueda levantarse sin Su ayuda? Creo que sin su ayuda concurrente no tendremos más éxito en esta construcción política que la construcción de Babel". (Mark E. Petersen, The Great Prologue, Deseret Book Co., 1975, p. 88.)

Documento inspirado

Ahora el quinto cartel. "Documentos inspirados" es su título. Ninguna constitución en la tierra ha perdurado más que la nuestra. Buscamos y solemos encontrar las respuestas a las preguntas legales más difíciles de hoy en este documento de ayer. La Constitución fue y es un milagro. Tanto Washington como Madison se refirieron a ella como tal. Fue un documento inspirado, escrito bajo la guía divina del Señor. James Madison, comúnmente llamado el Padre de la Constitución, reconoció esta inspiración y atribuyó el mérito a "la tutela y la guía del Ser Todopoderoso, cuyo poder regula el destino de las naciones, cuyas bendiciones se han mostrado de forma tan conspicua al surgimiento de esta república". (Prólogo, p. 95.) Creemos que la Constitución fue creada por Dios para asegurar una nación donde la libertad pudiera abundar, donde su evangelio pudiera florecer. José Smith dijo: "La Constitución de los Estados Unidos es un estandarte glorioso; está fundada en la sabiduría de Dios. Es un estandarte celestial". (Teachings of the Prophet Joseph Smith, p. 147.) De nuevo de Brigham Young, "[La Constitución] fue dictada por las operaciones invisibles del Todopoderoso". (John A. Widtsoe, ed., Discourses of Brigham Young, Deseret Book Co., 1966, p. 359.) De nuestro actual profeta viviente, Spencer W. Kimball, "Una de las razones por las que Estados Unidos es grande hoy es porque aquellos hombres que formularon la Constitución tuvieron visión. Ellos miraron hacia el futuro, y todos nosotros aquí somos receptores de su sabiduría y previsión". Entre otras cosas, la Constitución garantiza la libertad religiosa que permitió que la Reforma continuara y floreciera. Los grandes reformadores religiosos comenzaron a desprenderse de los rituales y dogmas que se habían adherido al cristianismo durante la Edad Media y trataron de volver a las verdades puras y sencillas del Nuevo Testamento.

El Evangelio Restaurado

Ahora el sexto cartel, uno muy interesante para nosotros, titulado "El Evangelio Restaurado". Muchos de los grandes reformadores declararon que sus esfuerzos eran para afirmar las enseñanzas cristianas básicas de la Biblia, pero al mismo tiempo reconocieron que no tenían autoridad para administrar las ordenanzas de la Iglesia o para restablecer la iglesia original de Jesucristo. Lutero dijo: "El cristianismo ha dejado de existir entre aquellos que deberían haberlo preservado". Roger Williams dijo que "no hay ninguna Iglesia regularmente constituida en la tierra, ni ninguna persona autorizada para administrar ninguna ordenanza de la Iglesia". (William Cullen Bryant, ed., Picturesque America, Nueva York: D. Appleton and Co., 1872, 1:502). Creemos que tanto la libertad de Estados Unidos como la reforma continua que floreció aquí ocurrieron en preparación para la restauración desde el cielo del evangelio completo de Jesucristo. Esa restauración tuvo lugar en la década de 1820 por medio de un hombre llamado José Smith. Creemos que Dios y su hijo Jesucristo se le aparecieron al Profeta, quien describió su visión con estas palabras "Vi dos personajes, cuyo brillo y gloria desafían toda descripción, de pie sobre mí en el aire. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre y dijo, señalando al otro: "Este es mi Hijo Amado. Escúchalo". (JS-H 1:17.) Una parte importante de la Restauración fue el regreso del sacerdocio o el poder de Dios. Esto fue restaurado a José por Pedro, Santiago y Juan, quienes aparecieron como mensajeros celestiales y ordenaron a José Smith por la imposición de manos.

Otra parte de esta Restauración fue la revelación y traducción del Libro de Mormón. José describió la visita de Moroni, que también regresó como mensajero, con estas palabras "Dijo que había un libro depositado, escrito en planchas de oro, que daba cuenta de los antiguos habitantes de este continente. ... También dijo que la plenitud del Evangelio eterno estaba contenida en él, tal como fue entregado por el Salvador a los antiguos habitantes". (JS-H 1:34.) Creemos que por medio de la revelación al profeta José Smith se ha restaurado en la tierra el evangelio pleno y completo del Señor y Salvador Jesucristo.

El futuro de los Estados Unidos

Ahora vayamos al último cartel, probablemente el más importante para nosotros, "El futuro de América". Hoy somos afortunados de vivir en una tierra elegida y prometida. Seguirá siendo libre y bendecida mientras su gente recuerde al Dios que les dio la vida y esta tierra libre. Debemos recordar que la familia es la unidad básica de una sociedad fuerte. Todos formamos parte de la familia de Dios; y como nuestro Padre, espera que construyamos unidades familiares fuertes. Es en la familia donde se debe enseñar la moralidad y la rectitud básicas que mantendrán a Estados Unidos libre. Cada miembro de cada familia juega un papel importante en América. Durante varios miles de años a lo largo de esta tierra los grandes padres y madres, los hijos nobles, los hijos patriotas, las hijas elegidas han forjado a América en lo que tenemos hoy.

Es la conciencia de América la que la ha preservado. América es hermosa sólo cuando es buena, cuando los niños ríen en sus calles y el amor abunda en sus familias. Sin esta conciencia, la civilización se desmorona, como ha ocurrido antes en este continente. Todos somos parte del futuro de Estados Unidos. Nuestro trabajo es recordar las lecciones del pasado, remendar los errores y los pecados de todo lo que ha pasado antes. El lugar para empezar es dentro de nuestras propias familias; y como se nos ha aconsejado, "Ningún éxito puede compensar el fracaso en el hogar". Ahí es donde queremos dejar a estas personas que vienen y tienen la oportunidad de escuchar nuestro mensaje, el mensaje más importante que se enseñará durante el año del Bicentenario de Estados Unidos.

La grandeza de Estados Unidos se basa en la rectitud

La fuente de la grandeza de Estados Unidos no es una doctrina nueva para nosotros. El Libro de Mormón ha declarado una y otra vez que las bendiciones del cielo dependen de la rectitud de su pueblo. De hecho, esta enseñanza ha sido probada en casi todas las épocas. Recuerde que en 1831 el famoso historiador francés Alexis de Tocqueville dijo:

"Busqué la grandeza y el genio de América en sus cómodos puertos y sus amplios ríos, y no estaba allí; en sus fértiles campos y en sus ilimitadas praderas, y no estaba allí; en sus ricas minas y en su vasto mundo comercial, y no estaba allí. Hasta que no fui a las iglesias de Estados Unidos y escuché sus púlpitos enardecidos por la justicia, no comprendí el secreto de su genio y poder. América es grande porque es buena, y si América deja de ser buena, América dejará de ser grande". (Jerreld L. Newquist, comp., Prophets, Principles and National Survival, Salt Lake City: Publishers Press, 1967, p. 60).

Quiero recordarles de nuevo su responsabilidad de preservar la rectitud de América. He repasado 4.000 años de historia, declarando que ésta es una tierra de promisión, elegida por el Señor para sus propósitos especiales. Ahora debemos ocuparnos del futuro de América. La tierra debe seguir siendo fuerte, grande y buena. Está destinada a ser el mayor proveedor de recursos humanos y financieros, para construir el reino de Dios aquí en todo el mundo, y para preparar al mundo para el regreso del Señor y Salvador. El adversario sabe muy bien que una América débil detendrá literalmente este proceso de construcción y frustrará la obra de Dios.

Espero haber pintado un cuadro claro para que usted vea su papel en este gran proceso eterno. El Señor está haciendo su mayor inversión en ti. En mis tratos con el Señor, he encontrado que él es uno que espera rendimiento. Mira el principio; él proveyó a Adán y Eva con el potencial para sus necesidades. Recuerda la primera orden que les dio: multiplicaos, llenad, dominad y someted. (Véase Génesis 1:28.) No fueron colocados en el Jardín del Edén simplemente para tener una vida cómoda o para disfrutar de los beneficios del trabajo del Señor, sino para cumplir, para hacer. Él es el proveedor de recursos y, a su vez, espera de nosotros un rendimiento.

John Adams comprendió el potencial de un gobierno justo cuando escribió

"Supongamos que una nación en alguna región distante tomara la Biblia como su único libro de leyes y que cada miembro regulara su conducta por los preceptos allí expuestos. Cada miembro estaría obligado en conciencia a la templanza, la frugalidad y la industria, a la justicia, la bondad y la caridad hacia sus semejantes, y a la piedad, el amor y la reverencia hacia Dios Todopoderoso. En esta mancomunidad ningún hombre perjudicaría su salud con la gula, la embriaguez o la lujuria. Ningún hombre sacrificaría su valioso tiempo a las cartas o a otras mezquinas diversiones. Ningún hombre robaría o mentiría o defraudaría de alguna manera a su vecino, sino que viviría en paz y buena voluntad hacia todos los hombres. Ningún hombre blasfemaría a su Creador ni profanaría su culto, sino que una devoción racional y varonil, sincera y sin afectación, reinaría en los corazones de todos los hombres. Qué utopía, qué paraíso sería esta región".

Quiero lanzaros un reto. Quiero que ustedes, que son los mejor formados, los mejor educados, que han recibido estas grandes ventajas aquí en América, se conviertan literalmente en la conciencia de América y en los moldeadores de su destino y su futuro. Con su conocimiento, su formación, su comprensión de cómo Dios trabaja en los corazones de sus hijos aquí en la tierra, obliguémonos a la templanza, a la frugalidad y a la industria. Demostremos la justicia, la bondad y la caridad con nuestros semejantes. Demostremos el amor y la reverencia que debemos mostrar hacia nuestro Dios Todopoderoso. No juguemos con las cosas que son sagradas para Dios.

Cincuenta y seis hombres representaron a 2,5 millones en 1776 para dar lugar a una nueva nación que ha bendecido literalmente al mundo entero. Eso era un hombre por cada 45.000. Hoy les pido a cada uno de ustedes que ejerzan una influencia sobre unos 220 millones de personas en esta tierra. Las probabilidades son aún mejores para ustedes; la ventaja está de su lado. Este es el momento de que seáis lo suficientemente valientes como para defender lo que creéis, para que el mundo sepa que Dios todavía bendice esta gran tierra de Estados Unidos, si vivimos con rectitud, de acuerdo con lo que él ha ordenado.

¿Nos bendecirá Dios para que tengamos el valor de cumplir con nuestra responsabilidad aquí? Sé por experiencia personal durante estos dos últimos años que los cielos siguen abiertos, que él sigue dirigiendo su obra aquí. Ese mensaje debería resonar desde las cumbres de esta nación durante su Bicentenario. ¿Tendrán ustedes el valor de ponerse de pie conmigo y ser contados con aquellos que quieren preservar esta tierra de la libertad a través de la rectitud de su gente?

*** Translated with www.DeepL.com/Translator (free version) ***

Original: https://www.churchofjesuschrist.org/study/new-era/1976/07/gods-hand-in-the-founding-of-america?lang=eng

Material Adicional 1

Jeffrey R. Holland, “A Promised Land”, Ensign, junio de 1976, págs. 22–26.

Una tierra prometida

Por Jeffrey R. Holland

Temporalmente, la llamamos América. Pero comenzó con el continente único y primitivo del Génesis, y el milagro de la curación milenaria traerá de nuevo esa unidad.

Algunos lugares que de otro modo serían sencillos y bastante ordinarios pueden llegar a ser muy especiales para nosotros. Nuestras casas, la ladera de una colina, los hospitales donde nacieron nuestros hijos, los cementerios donde están depositados... estos y muchos otros tienen un significado especial, no tanto por el suelo o el ladrillo en sí, sino por lo que ha sucedido (o sucederá) allí. Ese significado tiene más importancia a medida que los acontecimientos adquieren un significado tanto eterno como temporal.

"El lugar de Mormón, las aguas de Mormón, el bosque de Mormón, qué hermosos son a los ojos de los que allí llegaron al conocimiento de su redentor". (Mosíah 18:30.)

Así cantaba el profeta que sabía que un estanque de agua ya no es simplemente un estanque de agua una vez que se ha bautizado en él. "Desde el lugar más bajo en el que proceden las cosas virtuosas, el lugar se dignifica por la acción del hacedor", dijo Shakespear. (All's Well That Ends Well, II. iii. 123-24.)

Los lugares más sagrados, por tanto, serán siempre aquellos que Dios ha designado para fines santos y eternos, lugares en los que él es el "hacedor de la obra". Estos lugares son venerados para siempre por sus hijos fieles dondequiera que estén.

América es uno de esos lugares, pero, por supuesto, no siempre se ha llamado América ni se ha identificado siempre con una forma continental distintiva. Originalmente era simplemente una porción de esa gran y única masa de tierra que Dios en su proceso creativo llamó "Tierra" y que, cuando se completó, fue declarada "buena". (Gn. 1:10.) Sin embargo, sea cual sea su nombre y configuración geográfica, fue desde el principio una tierra de divinidad, así como una tierra de destino.

La parte más selecta de esta creación terrenal era un jardín "al este del Edén" donde Dios colocó a nuestros primeros padres, Adán y Eva. Este lugar resplandeciente lleno de gloria paradisíaca estaba situado en la parte de la masa de tierra donde la ciudad Sión, o la Nueva Jerusalén de los últimos días de la tierra, sería eventualmente construida. (Véase D. y C. 57:1-3, D. y C. 84:1-3; y Joseph Fielding Smith, Doctrinas de Salvación, 3:74.) Después de que Adán y Eva fueron expulsados del Jardín, habitaron en un lugar llamado Adam-ondi-Ahman, ubicado en lo que ahora es el condado de Daviess, Missouri. En esa región esta primera familia vivió sus días, cultivando la tierra, cuidando los rebaños, ofreciendo sacrificios y aprendiendo el evangelio de Jesucristo desde lo alto. Allí Adán profetizó acerca de todas las familias de la tierra y, tres años antes de su muerte, convocó al remanente justo de su posteridad y les otorgó su última bendición. El Señor se apareció a este grupo fiel y la familia de Adán se levantó "y bendijo a Adán, y lo llamó Miguel, el príncipe, el arcángel.

"Y el Señor administró consuelo a Adán, y le dijo: Te he puesto a la cabeza; de ti saldrá una multitud de naciones, y tú eres príncipe sobre ellas para siempre.

"Y Adán se puso de pie en medio de la congregación; y, a pesar de que estaba encorvado por la edad, estando lleno del Espíritu Santo, predijo lo que le sucedería a su posteridad hasta la última generación". (D&C 107:54-56.)

Nunca antes un lugar de la tierra había sido favorecido con una reunión semejante, ni había servido de escenario para escenas tan sagradas del drama del destino final del hombre.

Pero incluso mientras se registraban tales manifestaciones y proclamaciones sagradas, la tierra estaba siendo contaminada por la injusticia. El obstinado Caín ya había hecho su pacto con Satanás y había quitado la vida a su hermano menor, Abel. Otros se unieron a la obra de las tinieblas, hasta que en breve Dios "maldijo la tierra con grave maldición, y se enojó contra los impíos, ... porque no quisieron escuchar su voz, ni creer en su Hijo Unigénito". (Moisés 5:56-57.) El justo Enoc ayudó a salvar una ciudad, pero los cielos lloraron por la maldad de su generación, derramando sus lágrimas "como la lluvia sobre los montes". (Moisés 7:28.) De hecho, la tierra misma gimió contra la profanación del suelo sagrado de Dios, llorando: "Estoy cansada por la maldad de mis hijos. ¿Cuándo descansaré y me limpiaré de la inmundicia que ha salido de mí? ¿Cuándo me santificará mi Creador, para que descanse y la justicia permanezca por un tiempo sobre mi rostro?" (Moisés 7:48.)

Dos generaciones más tarde, el Señor estaba tan dolido por esa generación "sin afecto" (Moisés 7:33) que abrió las ventanas del cielo y limpió toda la tierra con agua. Así, se enseñó por primera vez el "decreto eterno" (Éter 2:10) de que quien no obedezca al Señor en justicia será barrido de su tierra sagrada. La lección sería trágicamente reenseñada en las dispensaciones aún por venir.

Las Sagradas Escrituras registran que "después de que las aguas se retiraron de la faz de esta tierra, se convirtió en una tierra selecta sobre todas las demás tierras, una tierra elegida por el Señor; por lo que el Señor quiso que todos los hombres le sirvieran a él que habitaban sobre su faz". (Éter 13:2.) Un lugar tan especial necesitaba ahora mantenerse separado de otras regiones, libre del viajero indiscriminado así como del soldado de fortuna. Para garantizar tal santidad, se rasgó la superficie misma de la tierra. En respuesta al decreto de Dios, los grandes continentes se separaron y el océano se precipitó para rodearlos. El lugar prometido fue apartado. Sin habitabilidad, esperaba el cumplimiento de los propósitos especiales de Dios.

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Con cuidado y selectividad, el Señor comenzó casi de inmediato a repetir repoblar la tierra prometida. Los jareditas llegaron primero, con las historias del gran diluvio frescas en sus memorias y la solemne declaración del Señor resonando en sus oídos: "Los que posean esta tierra prometida, desde entonces y para siempre, deberán servirle a él, el verdadero y único Dios, o serán barridos cuando venga sobre ellos la plenitud de su ira". (Éter 2:8.)

Con cuidado y selectividad, el Señor comenzó casi de inmediato a repoblar la tierra prometida. Los jareditas llegaron primero, con las historias del gran diluvio frescas en sus memorias y la solemne declaración del Señor resonando en sus oídos: "Los que posean esta tierra prometida, desde entonces y para siempre, deberán servirle a él, el verdadero y único Dios, o serán barridos cuando venga sobre ellos la plenitud de su ira". (Éter 2:8.)

Sin embargo, a pesar de tales consejos, la civilización jaredita degeneró constantemente en una sociedad violenta que obligaba al hombre a mantener "la empuñadura de su espada en la mano derecha" (Éter 14:2), hasta que finalmente "comía y dormía, y se preparaba para la muerte al día siguiente". (Éter 15:26.)

Pero incluso cuando la última luz parpadeó sobre la civilización jaredita, un nuevo y audaz sol se levantó para iluminar mil años de experiencia nefita-lamanita en el mismo suelo. A pesar de los períodos de guerra y rebelión, este pueblo tuvo grandes momentos de poder y pureza, incluyendo el ministerio personal del Cristo resucitado, que caminó y habló y oró con estos habitantes del Nuevo Mundo durante tres días indescriptibles. Allí, en el meridiano del tiempo, la tierra disfrutó de tres generaciones de paz y perfección, que no volvería a conocer hasta el reinado milenario del Maestro.

Pero las lecciones de la historia, si no se aprenden bien, seguro que se vuelven a enseñar, y un padre solitario con su hijo vivió para ver la autodestrucción de este pueblo de la promesa. La moralidad nefita-lamanita descendió de "hechicerías, brujerías y magias" (Morm. 1:19) a la violación, el asesinato y el canibalismo (véase Moro. 9:7-10), creando una visión tan repulsiva que era "imposible que la lengua describiera, o que el hombre escribiera", una escena de mayor maldad que jamás se había visto "ni siquiera entre toda la casa de Israel" (Morm. 4:11, 12). Mil años después de que Dios había dado esa tierra de elección a sus padres y mil años antes de que intentara hacerlo de nuevo, Mormón escribió a su hijo Moroni

"¡Oh, la depravación de mi pueblo! Están sin orden y sin misericordia. ...

"Se deleitan en todo menos en lo que es bueno; y el sufrimiento de nuestras mujeres y nuestros niños ... lo supera todo. ...

"Tú sabes que no tienen principios ni sentimientos. ...

"He aquí, hijo mío, que no puedo recomendarlos a Dios para que no me castigue". (Moro. 9:18-20.)

Esta rama favorecida a la que se le permitió correr por encima del muro había llegado a esa premonitoria "plenitud de la iniquidad" y se estaba hundiendo en el desorden, la oscuridad y la muerte.

Entonces, en la profecía alegórica hecha de estos eventos, "el Señor de la viña" miró el desperdicio de su creación y lloró. "¿Qué podría haber hecho más por mi viña?" fue su doloroso grito. No se pudo dar una respuesta. "¿Acaso he aflojado mi mano y no la he alimentado? Más aún, la he nutrido, y he cavado en torno a ella, y la he podado, y la he desecado; y he extendido mi mano casi todo el día, y el fin se acerca". (Jacob 5:41, 47.) A pesar de tal dolor y desesperación, el Señor de la viña determinó "perdonarla un poco más" (Jacob 5:50), lo suficiente para un último intento, lo suficiente para una dispensación más, lo suficiente para un último experimento centrado en la tierra prometida.

Así que, después de mil años de preparación, el Espíritu de Dios se posó sobre un joven italiano que navegaba bajo la bandera de España, y, como Nefi había visto en visión, "salió sobre las muchas aguas, hasta la simiente de mis hermanos, que estaban en la tierra prometida". (1 Ne. 13:12.) Este "cristiano de devoción casi maníaca", como lo llama Alistair Cooke, este hombre con el celo de Galileo, Don Quijote y Juan el Bautista combinados, no podía ser negado. (Alistair Cooke, America, Nueva York: Alfred Knopf, 1973, p. 30.) "Nuestro Señor, con mano providente, desbloqueó mi mente", dijo Colón, "me envió a los mares y me dio fuego para la hazaña. Los que oyeron hablar de mi empresa la calificaron de insensata, se burlaron de mí y se rieron. Pero, ¿quién puede dudar sino que el Espíritu Santo me inspiró?" . (Jacob Wasserman, Columbus, Don Quixote of the Seas, New Brunswick: Rutgers Univ. Press, 1959, p. 20). Colón estaba en la cubierta del capitán, pero el ojo del Señor que todo lo ve estaba en la brújula, y las esperanzas de toda dispensación llenaban las velas. El profeta Nefi también había visto en visión lo que siguió: la colonización, la guerra y el nacimiento de una nueva nación.

"Y sucedió que yo, Nefi, vi que los gentiles que habían salido del cautiverio se humillaban ante el Señor; y el poder del Señor estaba con ellos.

"Y vi que sus madres gentiles se reunían sobre las aguas, y también sobre la tierra, para luchar contra ellos.

"Y vi que el poder de Dios estaba con ellos, y también que la ira de Dios estaba sobre todos los que se habían reunido contra ellos para combatir. Y yo, Nefi, vi que los gentiles que habían salido del cautiverio fueron liberados por el poder de Dios de las manos de todas las demás naciones." (1 Ne. 13:16-19.)

Una vez más, tras una preparación meticulosa y un tiempo preciso, el Señor había comenzado a construir en su tierra prometida una congregación que se había compactado para perseguir "la gloria de Dios y el avance de la fe cristiana". La libertad cultural del Renacimiento y la libertad religiosa de la Reforma subrayaron el fuerte sentido de la libertad personal propugnado en la Ilustración para proporcionar las actitudes y los ambientes ideales para el comienzo de esta "primera nueva nación". George Washington, seis años antes de ser investido como presidente inicial del Gran Experimento, escribió sobre el momento histórico de Estados Unidos

"Los cimientos de nuestro imperio no se pusieron en la sombría época de la ignorancia y la superstición, sino en una época en la que los derechos de la humanidad se comprendían mejor y se definían más claramente que en cualquier otro período anterior. Los investigadores de la mente humana en pos de la felicidad social han sido llevados a una mayor extensión, los tesoros del conocimiento... están abiertos para nuestro uso, y su sabiduría recogida puede ser felizmente aplicada en el establecimiento de nuestras formas de gobierno." (Henry Steele Commager, "America and the Enlightenment", en The Development of a Revolutionary Mentality, Washington, D.C.: Library of Congress, 1972, p. 14.)

Thomas Paine también intuía lo propicio de los tiempos. "El caso y las circunstancias de América se presentan como en el comienzo de un mundo", escribió. "No tenemos ocasión de vagar en busca de información por los oscuros campos de la antigüedad, ni arriesgarnos a hacer conjeturas. Somos llevados de inmediato al punto de ver comenzar el gobierno, como si hubiéramos vivido en el principio de los tiempos". (Commager, p. 19.)

Sin embargo, ni Washington ni Paine conocían el significado completo de su obra o de su tiempo. En efecto, fue un comienzo, pero fue un comienzo del fin. El trabajo de los peregrinos y los puritanos, los patriotas y los políticos había sido preparar el camino para los profetas del Dios vivo. Con lo que Washington llamó "las singulares interposiciones de la Providencia" se había preparado un camino político que permitiría la "restitución de todas las cosas". (Hechos 3:21.) Menos de una veintena de años después de que la Convención Constitucional hubiera concluido su trabajo y de que las libertades de conciencia, de expresión, de prensa y de culto hubieran sido garantizadas en una histórica Carta de Derechos, el profeta José Smith nació en el claro y elegante Vermont, hogar de Ethan Allen y sus Green Mountain Boys. Como declaró recientemente el élder Paul H. Dunn ante una audiencia de toda la Iglesia

"[José] creció hacia la adolescencia igual que la nueva tierra. Se adaptó a ella. Era joven, limpio, impoluto, un muchacho sin pasado, arrodillado en una arboleda. Esta tierra prístina -este joven inocente- y así el Señor extendió la mano y cumplió su promesa. Estableció sus condiciones a lo largo de los siglos; como ves, Dios tiene tiempo. Su plan hizo posible que el santo sacerdocio y la Iglesia fueran restaurados sobre la tierra -la restauración del evangelio de Jesucristo- pero sólo en América. ...

"El propósito de América fue proveer un escenario donde eso fuera posible. Todo lo demás toma su poder de ese gran propósito central". (Ensign, Nov. 1975, p. 54.)

Así, en un momento final, hombres dignos y principios justos se unieron para la restauración de las cosas celestiales. Con su estaca central en América, Dios comenzó a extender las cuerdas de su tabernáculo a todo el mundo, alargando la morada de Israel y estableciendo Sión dondequiera que habiten los puros de corazón. Cuando se complete esa gran misión mundial y los ángeles declaren que "ya no habrá tiempo" (D. y C. 88:110), entonces el rey y amo del cielo y de la tierra regresará a su templo y reinará durante mil años en una tierra renovada y paradisíaca.

"Él ordenará al gran abismo, y éste será devuelto a los países del norte, y las islas se convertirán en una sola tierra;

"Y la tierra de Jerusalén y la tierra de Sión volverán a su lugar, y la tierra será como en los días anteriores a su división". (D&C 133:23-24.)

Estas dos ciudades, Sión (la Nueva Jerusalén) y la antigua ciudad de Jerusalén, serán las capitales de las que saldrán la palabra y la ley del Señor y a las que acudirán todas las naciones. (Véase Isa. 2:2-3.)

Es bueno que la celebración histórica del bicentenario de los Estados Unidos nos permita centrarnos en una tierra en la que Dios ha realizado gran parte de su obra. No siempre ha tenido el mismo aspecto geográfico ni se ha gobernado siempre igual políticamente. Pero todo eso parece apropiado, ya que el significado de América, en su sentido más teológico, es algo más que fronteras y límites, algo por encima del nativismo y el nacionalismo. Es un ideal, una cosa del espíritu. Benjamin Franklin dijo a sus colegas: "Nuestra causa es la causa de toda la humanidad", y Patrick Henry habló mucho más de lo que sabía cuando dijo que América había "encendido una vela para todo el mundo". (Henry Steele Commager, "The Revolution as World Ideal", Saturday Review, 13 de diciembre de 1975, pp. 13-18, 110.) El significado de esa causa y de esa vela no será malinterpretado por los Santos de los Últimos Días dondequiera que vivan. Al igual que con los lugares del templo, el servicio misional y las conferencias generales de área, la experiencia del Evangelio trasciende las fronteras -y, si es necesario, las llamas- del nacionalismo.

Un francés, contemporáneo de los Padres Fundadores coloniales, esbozó el significado más claro de América para los de otras naciones. A pesar de que Luis XVI de Francia había ordenado al marqués de Lafayette, de veinte años de edad, que abandonara su expedición para ayudar a los americanos rebeldes, éste desafió la orden y se embarcó hacia el Nuevo Mundo. A bordo de su barco, el Victory, Lafayette escribió a su bella y preocupada esposa, Adrienne: "Por amor a mí, conviértete en 'un buen americano'. ... El bienestar de América está estrechamente ligado al bienestar de toda la humanidad". (Maurice de la Fuye y Emile Baubeau, The Apostle of Liberty: A Life of LaFayette, Nueva York: Thomas Yoseloff, 1956, p. 30.) Así ha sido y así será. Y así es, pero de un modo que sólo pueden comprender o apreciar plenamente quienes abrazan el Evangelio Restaurado de Jesucristo.

Mensaje original (en inglés): https://www.churchofjesuschrist.org/study/ensign/1976/06/a-promised-land?lang=eng

*** Translated with www.DeepL.com/Translator (free version) ***

DMU Timestamp: October 14, 2021 23:55





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