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Semana14

Semana 14

Lección 23

La restauración de muchas verdades claras y preciosas

Escritura

1 Nefi 13:35–42

Libro de Mormón

35 Porque he aquí, dice el Cordero: Yo mismo me manifestaré a los de tu posteridad, por lo que escribirán muchas cosas que yo les suministraré, las cuales serán claras y preciosas; y después que tu posteridad sea destruida y degenere en la incredulidad, lo mismo que la de tus hermanos, he aquí que estas cosas serán escondidas, a fin de que sean manifestadas a los gentiles por el don y el poder del Cordero.

36 Y en ellas estará escrito mi evangelio, dice el Cordero, y mi roca y mi salvación.

37 Y bienaventurados aquellos que procuren establecer a mi Sion en aquel día, porque tendrán el don y el poder del Espíritu Santo; y si perseveran hasta el fin, serán enaltecidos en el último día y se salvarán en el reino eterno del Cordero; y los que publiquen la paz, sí, nuevas de gran gozo, ¡cuán bellos serán sobre las montañas!

38 Y aconteció que vi al resto de la posteridad de mis hermanos, y también vi que el libro del Cordero de Dios, que había salido de la boca del judío, llegó de los gentiles al resto de la posteridad de mis hermanos.

39 Y después que hubo llegado a ellos, vi otros libros que vinieron por el poder del Cordero, de los gentiles a ellos, para convencer a los gentiles y al resto de la posteridad de mis hermanos, y también a los judíos que se encontraban esparcidos sobre toda la superficie de la tierra, de que los escritos de los profetas y de los doce apóstoles del Cordero son verdaderos.

40 Y el ángel me habló, diciendo: Estos últimos anales que has visto entre los gentiles, establecerán la verdad de los primeros, los cuales son los de los doce apóstoles del Cordero, y darán a conocer las cosas claras y preciosas que se les han quitado, y manifestarán a todas las familias, lenguas y pueblos que el Cordero de Dios es el Hijo del Eterno Padre, y es el Salvador del mundo; y que es necesario que todos los hombres vengan a él, o no serán salvos.

41 Y han de venir conforme a las palabras que serán establecidas por boca del Cordero; y las palabras del Cordero se darán a conocer en los anales de tu posteridad, como también en los anales de los doce apóstoles del Cordero; por lo que los dos serán reunidos en uno solo; porque hay un Dios y un Pastor sobre toda la tierra.

42 Y viene el tiempo en que él se manifestará a todas las naciones, tanto a los judíos como también a los gentiles; y después que se haya manifestado a los judíos y también a los gentiles, entonces se manifestará a los gentiles y también a los judíos; y los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos.

Mensaje

Gordon B. Hinckley, “El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”, Liahona, marzo de 1998, págs. 3–9.

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo

Por el Presidente Gordon B. Hinckley

El primer Artículo de Fe es conocido por todos los miembros de la Iglesia y es el eje mismo de nuestra religión. El hecho de que, al poner por escrito los elementos principales de nuestra doctrina, el profeta José Smith haya colocado éste en el número uno resulta significativo.

"Nosotros creemos en Dios el Eterno Padre, y en Su Hijo Jesucristo, y en el Espíritu Santo" (Artículo de Fe # 1).

La preeminencia que dio a esa declaración está de acuerdo con otra afirmación que hizo el Profeta cuando dijo: "El primer principio del Evangelio es conocer con certeza el carácter de Dios" (History ofthe Church, 6:305).

Estas enseñanzas que lo abarcan todo y que tienen enorme significado están en armonía con las palabras del Señor en Su grandiosa oración intercesora: "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" Juan 17:3).

Me gustaría analizar éste, el más importante de todos los temas teológicos, el tema que se trata en el primer Artículo de Fe. Creo sin vacilación ni duda en Dios, el Eterno Padre. Él es mi Padre, el Padre de mi espíritu y el de los espíritus de todos los seres humanos. Es el gran Creador, el Regidor del universo. El dirigió la Creación de esta tierra en la que vivimos; el hombre fue creado a Su imagen. Él es un Ser personal; es real; es individual, y "tiene un cuerpo de carne y huesos, tangible como el del hombre" (D. y C. 130:22). Según el relato de la creación de la tierra, "dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza" (Génesis 1:26). ¿Podrían haber sido más explícitas las palabras? ¿Acaso degrada en algo a Dios, como algunos quieren hacernos creer, el hecho de que el hombre haya sido creado en Su precisa imagen? Por el contrario, esta idea debería hacer surgir en el corazón de todo hombre y toda mujer un mayor aprecio por sí mismo, por ser hijo de Dios. Las palabras de Pablo a los santos de Corinto se aplican a nosotros hoy tanto como se aplicaban a aquellos a quienes él las escribió: "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es" (1 Corintios 3:16-17)

DIOS TIENE CUERPO

Recuerdo una ocasión, hace más de cincuenta años, cuando era misionero, en que me hallaba hablando en

una reunión al aire libre en Hyde Park, Londres. Mientras presentaba el mensaje, un provocador me interrumpió, diciendo: "¿Por qué no se limita a enseñar la doctrina de la Biblia, de lo que dice en Juan [4:24]: 'Dios es Espíritu?" . Abrí la Biblia en el versículo que él había citado y se lo leí por completo: "Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren". Después le dije: "Por supuesto que Dios es un espíritu, y también lo es usted, una combinación de espíritu y cuerpo que lo hace un ser viviente, y también lo soy yo".

Cada uno de nosotros es un ser de dualidad, una entidad espiritual y una entidad física. Todos saben de la realidad de la muerte cuando el cuerpo muere; y cada uno de nosotros sabe también que el espíritu continúa viviendo como entidad individual y que, en un momento dado, gracias al plan divino posibilitado por el sacrificio del Hijo de Dios, habrá una reunión de espíritu y cuerpo. Las palabras de Jesús de que Dios es espíritu no son una negación de que Él tiene un cuerpo, como tampoco lo es la declaración de que yo soy espíritu al mismo tiempo que tengo cuerpo. No pretendo comparar mi cuerpo con el de Él en refinamiento, capacidad, belleza y fulgor. El Suyo es eterno; el mío es mortal. Pero ese concepto hace que aumente la reverencia que siento por Él.

Lo adoro "en espíritu y en verdad"; lo contemplo como mi fortaleza; oro a Él para pedirle una sabiduría muy superior a la mía; y procuro amarlo con todo mi corazón, alma, mente y fuerzas. Su sabiduría es mucho más grande que la de todos los hombres; Su poder es mayor que el de la naturaleza, porque Él es el Creador Omnipotente; Su amor es más grandioso que cualquier otro amor, porque el Suyo abarca a todos Sus hijos, y porque Su obra y Su gloria es llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna de Sus hijos e hijas de todas las generaciones (véase Moisés 1:39). "...de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16). Éste es el Todopoderoso ante quien me siento lleno de asombro y reverencia. Es a Él a quien contemplo con temor y con temblor. Es a Él a quien adoro y a quien rindo honor, alabanza y gloria. Es mi Padre Celestial, que me ha invitado a acercarme a Él en oración, a hablar con El, ofreciéndome la promesa segura de que me escuchará y me responderá.

GRACIAS A DIOS

Le doy gracias por la luz, el conocimiento y la comprensión que ha concedido a Sus hijos. Le agradezco Su voz, la cual ha hablado la verdad eterna con poder y con promesa. Le agradezco Su revelación de Sí mismo que aparece en el Antiguo Testamento, y Su declaración, registrada en el Nuevo Testamento, en el momento del bautismo de Su Hijo Amado en las aguas del Jordán, cuando se oyó Su voz diciendo: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia" (Mateo 3:17).

Le doy gracias por Sus palabras similares en el Monte de la Transfiguración, al hablar otra vez a Jesús y Sus Apóstoles, y también a ángeles, cuando "Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; "y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. "Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. "Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. "Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd" (Mateo 17:1-5).

Le doy gracias por esa voz que volvió a oírse cuando presentó al Señor resucitado a la gente del hemisferio occidental, y se oyó la voz de Dios que decía: "He aquí a mi Hijo Amado, en quien me complazco, en quien he glorificado mi nombre: a él oíd" (3 Nefi 11:7).

Me siento lleno de asombro y reverencia y gratitud por Su aparición en esta dispensación cuando, al presentar al Señor resucitado a aquél que lo había buscado por medio de la oración, el Padre declaró: "Éste es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!" (José Smith—Historia 1:17).

TESTIMONIO DEL SEÑOR JESUCRISTO

Creo en el Señor Jesucristo, el Hijo del Dios eterno y viviente. Creo en Él como Primogénito del Padre y el Unigénito del Padre en la carne. Creo en Él como una persona individual, separada y distinta de Su Padre. Creo en las palabras de Juan, que inició su Evangelio con esta magnífica expresión: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. "Este era en el principio con Dios... "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros... (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad" (Juan 1:1-2, 14).

Creo que Él nació de María, por el linaje de David, como el Mesías prometido; que Él fue, ciertamente, engendrado por el Padre, y que Su nacimiento fue el cumplimiento de esta grandiosa declaración profética de Isaías: "Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz" (Isaías 9:6). Creo que en Su vida terrenal, Él fue el único hombre perfecto que ha andado sobre la tierra.

Creo que en Sus palabras se hallan esa luz y esa verdad que, si se siguieran, salvarían al mundo y traerían la exaltación a la humanidad. Creo que en Su sacerdocio radica la autoridad divina, el poder de bendecir, de sanar, de gobernar los asuntos terrenales de Dios, el poder de atar en los cielos aquello que se ate en la tierra.

El SACRIFICIO EXPIATORIO DE CRISTO

Creo que por medio de Su sacrificio expiatorio, de la ofrenda de Su vida en el Calvario, Cristo expió los pecados de la humanidad aliviándonos de la carga del pecado si abandonamos el mal y lo seguimos a Él. Creo en la realidad y en la potestad de Su Resurrección, la cual conmemoramos en esta época de la Pascua. Creo en la gracia de Dios manifestada por medio de Su sacrificio y redención, y creo que, mediante Su expiación y sin que tengamos nosotros que pagar ningún precio, a cada uno se le ofrece el don de la resurrección de los muertos.

Y más aún, creo que por ese sacrificio, a todo hombre y mujer, a todo hijo e hija de Dios, si escucha y obedece Sus mandamientos, se le ofrece la oportunidad de la vida eterna y de la exaltación en el reino de nuestro Padre. Ninguno tan grandioso ha andado jamás en esta tierra. Ningún otro ha hecho un sacrificio comparable ni ofrecido una bendición similar. Él es el Salvador y el Redentor del mundo. Yo creo en Él. Declaro Su divinidad sin vacilación ni transigencia. Lo amo con todo mi corazón. Pronuncio Su nombre con reverencia y admiración.

Lo adoro, como adoro a Su Padre, en espíritu y en verdad. Le doy las gracias y me arrodillo frente a Sus pies, Sus manos y Su costado heridos, asombrado ante el amor que Él me ofrece. Gracias a Dios por Su Hijo Amado, que hace mucho tiempo extendió la mano y dijo a cada uno de nosotros: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. "Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; "porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (Mateo 11:28-30).

CRISTO ES EL HIJO VIVIENTE Y RESUCITADO DE DIOS

Él vive; es las primicias de la Resurrección. Sé que vive hoy con la misma realidad, la misma autenticidad, la misma individualidad con que vivía cuando, siendo el Señor resucitado, invitó a Sus desanimados discípulos diciendo: "Venid, comed... y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado" (Juan 21:12-13).

Las Escrituras nos hablan de otras personas a quienes Él se mostró y con quienes habló como el Hijo de

Dios resucitado y viviente. De igual manera, apareció en esta dispensación, y los que lo vieron proclamaron:

"Y ahora, después de los muchos testimonios que se han dado de él, éste es el testimonio, el último de todos,

que nosotros damos de él: ¡Que vive! "Porque lo vimos, sí, a la diestra de Dios; y oímos la

voz testificar que él es el Unigénito del Padre; "que por él, por medio de él y de él los mundos son y

fueron creados, y sus habitantes son engendrados hijos e hijas para Dios" (D. y C. 76:22-24).

Éste es el Cristo en quien yo creo y de quien testifico.

EL ESPÍRITU SANTO ES EL TERCER MIEMBRO DE LA TRINIDAD

Ese conocimiento proviene de la palabra de las Escrituras y ese testimonio se recibe por el poder del Espíritu Santo; es un don, sagrado y maravilloso, que recibimos por revelación del tercer miembro de la Trinidad. Creo en el Espíritu Santo como un Personaje de espíritu que ocupa Su lugar con el Padre y el Hijo, siendo los tres los miembros que componen la divina Trinidad.

La importancia del lugar que le corresponde es obvio en las palabras del Señor, cuando dijo: "...Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu [Santo] no les será perdonada. "A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero" (Mateo 12:31-32).

En la conversación que tuvo lugar entre Pedro y Ananías cuando éste se guardó una parte del pago que había recibido por la venta de un terreno, es evidente que en tiempos antiguos se reconocía al Espíritu Santo como miembro de la Trinidad. "Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo...? "...No has mentido a los hombres, sino a Dios" (Hechos 5:3-4).

El Espíritu Santo es el tercer miembro de la Trinidad, el Consolador prometido por el Salvador que enseñaría a Sus seguidores todas las cosas, y les haría recordar todas las cosas, todas las que Él les había dicho (véase Juan 14:26). El Espíritu Santo es el testificante de la verdad, que puede enseñar a los seres humanos lo que ellos no pueden enseñarse el uno al otro.

En sus grandiosas palabras, que representan un desafío, Moroni promete un conocimiento de la verdad del Libro de Mormón "por el poder del Espíritu Santo". Y luego afirma: "y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas" (Moroni 10:4-5). Yo creo que ese poder, ese don, está disponible para nosotros hoy en día.

LOS MIEMBROS DE LA TRINIDAD SON SERES REALES E INDIVIDUALES

En consecuencia, mis queridos hermanos, yo creo en Dios, el Eterno Padre, y en Su Hijo Jesucristo, y en el Espíritu Santo.

Me bauticé en el nombre de cada uno de esos tres Personajes; me casé en el nombre de cada uno de ellos. No tengo ninguna duda en cuanto a que son reales e individuales. Esa condición de seres individuales se hizo manifiesta cuando Juan bautizó a Jesús en el Jordán. Allí en el agua, se encontraba el Hijo de Dios; la voz de Su Padre se dejó oír proclamando Su divinidad filial, y el Espíritu Santo se manifestó en forma de paloma (véase Mateo 3:16-17).

Sé que Jesús dijo que cualquiera que lo hubiera visto a Él había visto a Su Padre (véase Juan 14:9). ¿No podría decirse lo mismo de muchos hijos que se parecen a uno de sus padres? Cuando Jesús oró al Padre, ¡por cierto no estaba orándose a Sí mismo!

LOS MIEMBROS DE LA TRINIDAD ESTÁN PERFECTAMENTE UNIDOS ENTRE SÍ

Son Seres distintos y separados, pero son uno en propósito y esfuerzo, y están unidos y son uno para llevar a cabo el grandioso y divino plan para la salvación y la exaltación de los hijos de Dios.

En la magnífica y conmovedora oración que ofreció en el huerto antes de la traición, Cristo rogó al Padre por los Apóstoles, a quienes amaba, diciendo: "Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, "para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste" (Juan 17:20-21).

Esa perfecta unión entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo es lo que liga a los tres en la unidad de la divina Trinidad. Milagro de milagros y maravilla de maravillas, Ellos tienen interés en nosotros y somos el centro de Su mayor atención.

Ellos están disponibles para cada uno de nosotros. Nos acercamos al Padre por medio del Hijo, que es nuestro intercesor ante el trono de Dios. Y qué maravilloso es que podamos hablar al Padre en el nombre del Hijo. Expreso mi testimonio de estas grandes y trascendentales verdades. Y lo hago por el don y el poder del Espíritu Santo.

Material Adicional

“The Origin of Man”

La Primera Presidencia (1909), “The Origin of Man”, Ensign, febrero de 2002, págs. 26–30.

First Presidency of the Church

"Dios creó al hombre a su imagen y semejanza" (Gen. 1:27).

A principios de la década de 1900, las cuestiones relativas a la Creación de la Tierra y las teorías de la evolución se convirtieron en objeto de gran debate público. En medio de estas controversias, la Primera Presidencia emitió lo siguiente en 1909, que expresa la posición doctrinal de la Iglesia sobre estos asuntos. Una reimpresión de esta importante declaración de la Primera Presidencia será útil cuando los miembros de la Iglesia estudien el Antiguo Testamento este año.

De vez en cuando surgen preguntas con respecto a la actitud de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días sobre cuestiones que, aunque no son vitales desde el punto de vista doctrinal, están estrechamente relacionadas con los principios fundamentales de la salvación. La última investigación de este tipo que nos ha llegado es en relación con el origen del hombre. Se cree que una declaración de la posición mantenida por la Iglesia sobre este tema será oportuna y productiva.

Al presentar la declaración que sigue, no somos conscientes de estar proponiendo algo esencialmente nuevo; tampoco es nuestro deseo hacerlo. Lo que queremos presentar es la verdad, y la verdad -la verdad eterna- es fundamentalmente antigua. Todo lo que se intentará aquí es una reafirmación de la actitud original de la Iglesia en relación con este asunto. Decir la verdad tal como Dios la ha revelado, y recomendarla para que sea aceptada por aquellos que necesitan conformar sus opiniones a ella, es el único propósito de esta presentación.

"Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó". Con estas palabras claras y precisas, el autor inspirado del libro del Génesis dio a conocer al mundo la verdad sobre el origen de la familia humana. Moisés, el profeta-historiador - "erudito", como se nos dice, "en toda la sabiduría de los egipcios"-, al hacer este importante anuncio no estaba expresando una mera opinión, una teoría derivada de sus investigaciones en la sabiduría oculta de ese antiguo pueblo. Hablaba como portavoz de Dios, y su solemne declaración era para todos los tiempos y para todos los pueblos. Ningún revelador posterior de la verdad ha contradicho al gran líder y legislador de Israel. Todos los que desde entonces han hablado con autoridad divina sobre este tema han confirmado su sencilla y sublime proclamación. No podía ser de otra manera. La verdad no tiene más que una fuente, y todas las revelaciones del cielo son armoniosas entre sí. El Creador omnipotente, el hacedor del cielo y de la tierra, le había mostrado a Moisés todo lo relativo a este planeta, incluyendo los hechos relacionados con el origen del hombre, y el pronunciamiento autorizado de ese poderoso profeta y vidente a la casa de Israel, y a través de Israel a todo el mundo, está redactado en la simple cláusula: "Dios creó al hombre a su imagen y semejanza" (Génesis 1:27; véase Moisés 1:27-41).

La creación fue doble: primero espiritual, segundo temporal. Esta verdad, también, la enseñó Moisés claramente, mucho más claramente de lo que ha llegado a nosotros en las traducciones imperfectas de la Biblia que se usan ahora. En ella, el hecho de una creación espiritual, anterior a la creación temporal, está fuertemente implicado, pero la prueba de ello no es tan clara y concluyente como en otros registros que los Santos de los Últimos Días consideran de igual autoridad que las escrituras judías. La oscuridad parcial de estas últimas sobre el punto en cuestión se debe, sin duda, a la pérdida de aquellas partes "claras y preciosas" de la escritura sagrada, que, como nos informa el Libro de Mormón, han sido quitadas de la Biblia durante su paso a través de los siglos (véase 1 Ne. 13:24-29). Algunas de estas partes faltantes el profeta José Smith se comprometió a restaurarlas cuando revisó esas escrituras por el espíritu de revelación, siendo el resultado ese relato más completo de la Creación que se encuentra en el libro de Moisés, citado anteriormente. Observe los siguientes pasajes:

"Y ahora, he aquí, os digo que estas son las generaciones de los cielos y de la tierra, cuando fueron creados, en el día en que yo, el Señor Dios, hice los cielos y la tierra,

"y toda planta del campo antes de que estuviera en la tierra, y toda hierba del campo antes de que creciera. Porque yo, el Señor Dios, creé todas las cosas de las que he hablado, espiritualmente, antes de que estuvieran naturalmente sobre la faz de la tierra. Porque yo, el Señor Dios, no había hecho llover sobre la faz de la tierra. Y yo, el Señor Dios, había creado a todos los hijos de los hombres; y aún no había un hombre para labrar la tierra; porque en el cielo los creé, y aún no había carne sobre la tierra, ni en las aguas, ni en el aire;

"Pero yo, el Señor Dios, hablé, y subió una niebla de la tierra, y regó toda la faz de la tierra.

"Y yo, el Señor Dios, formé al hombre del polvo de la tierra, y soplé en sus narices aliento de vida; y el hombre llegó a ser un alma viviente, la primera carne sobre la tierra, el primer hombre también; sin embargo, todas las cosas fueron creadas antes; pero espiritualmente fueron creadas y hechas según mi palabra" (Moisés 3:4-7; ver también Moisés 1 y Moisés 2, y comparar con Génesis 1 y Génesis 2).

Establecidos estos dos puntos, a saber, la creación del hombre a imagen de Dios, y el doble carácter de la Creación, indaguemos ahora: ¿Cuál era la forma del hombre, en el espíritu y en el cuerpo, tal como fue creado originalmente? De manera general, la respuesta se da en las palabras elegidas como texto de este tratado. "Dios creó al hombre a su imagen y semejanza". En el Libro de Mormón se expresa más explícitamente así: "Todos los hombres fueron creados en el principio a mi propia imagen" (Éter 3:15). ... Si, por lo tanto, podemos averiguar la forma del "Padre de los espíritus", "El Dios de los espíritus de toda carne", podremos descubrir la forma del hombre original.

Jesucristo, el Hijo de Dios, es "la imagen expresa" de la persona de Su Padre (Heb. 1:3). Caminó por la tierra como un ser humano, como un hombre perfecto, y dijo, en respuesta a una pregunta que le hicieron "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (Juan 14:9). Sólo esto debería resolver el problema a satisfacción de toda mente reflexiva y reverente. La conclusión es irresistible: si el Hijo de Dios es la imagen expresa (es decir, la semejanza) de la persona de su Padre, entonces su Padre tiene forma de hombre; porque esa fue la forma del Hijo de Dios, no sólo durante su vida mortal, sino antes de su nacimiento mortal y después de su resurrección. Fue en esta forma que el Padre y el Hijo, como dos personajes, se le aparecieron a José Smith, cuando, siendo un muchacho de 14 años, recibió su primera visión. Entonces, si Dios hizo al hombre -el primer hombre- a su propia imagen y semejanza, debe haberlo hecho semejante a Cristo y, por consiguiente, semejante a los hombres de la época de Cristo y de la actualidad. Que el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Cristo se afirma positivamente en el libro de Moisés: "Y yo, Dios, dije a mi Unigénito, que estaba conmigo desde el principio: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; y así fue. ...

"Y yo, Dios, creé al hombre a mi imagen, a imagen de mi Unigénito lo creé; varón y hembra los creé" (Moisés 2:26-27).

El Padre de Jesús es también nuestro Padre. Jesús mismo enseñó esta verdad cuando instruyó a sus discípulos sobre cómo orar: "Padre nuestro que estás en los cielos", etc. Jesús, sin embargo, es el primogénito entre todos los hijos de Dios: el primer engendrado en el espíritu y el único engendrado en la carne. Él es nuestro hermano mayor, y nosotros, como Él, somos a imagen de Dios. Todos los hombres y mujeres están en la similitud del Padre y la Madre universales y son literalmente hijos e hijas de la Deidad.

"Dios creó al hombre a su imagen y semejanza". Esto es tan cierto para el espíritu como para el cuerpo, que no es más que el ropaje del espíritu, su complemento; los dos juntos constituyen el alma. El espíritu del hombre está en la forma del hombre, y los espíritus de todas las criaturas están en la semejanza de sus cuerpos. Esto lo enseñó claramente el profeta José Smith (véase D. y C. 77:2).

Aquí hay más evidencia del hecho. Más de 700 años antes de que a Moisés se le mostraran las cosas pertenecientes a esta tierra, otro gran profeta, conocido por nosotros como el hermano de Jared, fue igualmente favorecido por el Señor. Incluso se le permitió contemplar el cuerpo espiritual del preordenado Salvador, antes de su encarnación; y así, como el cuerpo de un hombre, contemplaba un ser de carne y hueso. Primero vio el dedo y luego todo el cuerpo del Señor, todo en espíritu. El Libro de Mormón dice de esta maravillosa manifestación

"Y sucedió que cuando el hermano de Jared hubo dicho estas palabras, he aquí que el Señor extendió su mano y tocó las piedras una por una con su dedo. Y el velo fue quitado de los ojos del hermano de Jared, y él vio el dedo del Señor; y era como el dedo de un hombre, semejante a la carne y a la sangre; y el hermano de Jared se postró ante el Señor, porque fue golpeado por el temor.

"Y el Señor vio que el hermano de Jared había caído a la tierra; y el Señor le dijo Levántate, ¿por qué has caído?

"Y él dijo al Señor Vi el dedo del Señor, y temí que me hiriera; porque no sabía que el Señor tuviera carne y sangre.

"Y el Señor le dijo Por tu fe has visto que tomaré sobre mí carne y sangre; y nunca se ha presentado ante mí un hombre con una fe tan grande como la tuya, pues si no fuera así no habrías podido ver mi dedo. ¿Has visto algo más que esto?

"Y él respondió: No; Señor, muéstrate ante mí.

"Y el Señor le dijo ¿Crees en las palabras que voy a decir?

"Y él respondió: Sí, Señor, yo sé que tú hablas la verdad, porque tú eres un Dios de verdad, y no puedes mentir.

"Y cuando hubo dicho estas palabras, he aquí que el Señor se le mostró, y dijo Porque sabes estas cosas, habéis sido redimidos de la caída; por eso habéis sido devueltos a mi presencia; por eso me muestro a vosotros.

"He aquí, yo soy el que estaba preparado desde la fundación del mundo para redimir a mi pueblo. He aquí que yo soy Jesucristo. Yo soy el Padre y el Hijo. En mí tendrá vida toda la humanidad, y eso eternamente, los que crean en mi nombre; y serán mis hijos y mis hijas.

"Y nunca me he mostrado al hombre que he creado, porque nunca el hombre ha creído en mí como tú. ¿Ves que habéis sido creados a mi imagen y semejanza? Sí, incluso todos los hombres fueron creados en el principio a mi imagen.

"Mirad, este cuerpo que ahora contempláis es el cuerpo de mi espíritu; y he creado al hombre según el cuerpo de mi espíritu; y así como me aparezco a ti en el espíritu, me apareceré a mi pueblo en la carne" (Éter 3:6-16).

¿Qué más se necesita para convencernos de que el hombre, tanto en espíritu como en cuerpo, es imagen y semejanza de Dios y que Dios mismo tiene forma de hombre?

Cuando el Ser divino cuyo cuerpo espiritual contempló el hermano de Jared tomó carne y sangre, apareció como un hombre, teniendo "cuerpo, partes y pasiones", como los demás hombres, aunque enormemente superior a todos los demás, porque era Dios, el Hijo de Dios, el Verbo hecho carne: en Él "habitaba la plenitud de la Divinidad corporalmente". ¿Y por qué no iba a aparecer como hombre? Esa era la forma de su espíritu, y debía tener una cubierta apropiada, un tabernáculo adecuado. Vino al mundo como había prometido venir (véase 3 Ne. 1:13), tomando un tabernáculo infantil y desarrollándolo gradualmente hasta la plenitud de su estatura espiritual. Vino como el hombre había venido durante siglos y como el hombre ha seguido viniendo desde entonces. Sin embargo, Jesús, como se ha mostrado, fue el Unigénito de Dios en la carne.

Adán, nuestro primer progenitor, "el primer hombre", era, como Cristo, un espíritu preexistente, y como Cristo tomó sobre sí un cuerpo apropiado, el cuerpo de un hombre, y así se convirtió en un "alma viviente". La doctrina de la preexistencia -revelada tan claramente, sobre todo en los últimos tiempos- arroja un maravilloso torrente de luz sobre el problema, por lo demás misterioso, del origen del hombre. Muestra que el hombre, como espíritu, fue engendrado y nacido de padres celestiales y criado hasta la madurez en las mansiones eternas del Padre, antes de venir a la tierra en un cuerpo temporal para experimentar la mortalidad. Enseña que todos los hombres existían en el espíritu antes de que cualquier hombre existiera en la carne y que todos los que han habitado la tierra desde Adán han tomado cuerpos y se han convertido en almas de la misma manera.

Algunos sostienen que Adán no fue el primer hombre en esta tierra y que el ser humano original fue un desarrollo de órdenes inferiores de la creación animal. Sin embargo, estas son teorías de hombres. La palabra del Señor declaró que Adán fue "el primer hombre de todos los hombres" (Moisés 1:34), y por lo tanto estamos en el deber de considerarlo como el padre primitivo de nuestra raza. Al hermano de Jared se le demostró que todos los hombres fueron creados al principio a imagen de Dios; ya sea que tomemos esto como el espíritu o el cuerpo, o ambos, nos compromete a la misma conclusión: El hombre comenzó la vida como un ser humano, a semejanza de nuestro Padre Celestial.

Es cierto que el cuerpo del hombre comienza su carrera como un diminuto embrión germinal, que se convierte en un niño, avivado en una determinada etapa por el espíritu cuyo tabernáculo es, y el niño, después de nacer, se convierte en un hombre. No hay nada en esto, sin embargo, que indique que el hombre original, el primero de nuestra raza, comenzó la vida como algo menos que un hombre, o menos que el germen o embrión humano que se convierte en un hombre.

El hombre, buscando, no puede encontrar a Dios. Nunca, sin ayuda, descubrirá la verdad sobre el comienzo de la vida humana. El Señor debe revelarse a sí mismo o quedar sin revelar; y lo mismo ocurre con los hechos relacionados con el origen de la raza de Adán: sólo Dios puede revelarlos. Sin embargo, algunos de estos hechos ya se conocen, y lo que se ha dado a conocer es nuestro deber recibirlo y retenerlo.

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, basando su creencia en la revelación divina, antigua y moderna, proclama que el hombre es la descendencia directa y lineal de la Deidad. Dios mismo es un hombre exaltado, perfeccionado, entronizado y supremo. Por su poder omnipotente organizó la tierra y todo lo que contiene, desde el espíritu y el elemento, que existen coetáneamente con Él. Formó todas las plantas que crecen y todos los animales que respiran, cada uno según su propia especie, espiritual y temporalmente: "lo que es espiritual es a semejanza de lo que es temporal, y lo que es temporal a semejanza de lo que es espiritual". Hizo el renacuajo y el mono, el león y el elefante, pero no los hizo a su imagen y semejanza, ni los dotó de razón e inteligencia divinas. Sin embargo, toda la creación animal será perfeccionada y perpetuada en el Más Allá, cada clase en su "orden o esfera distinta", y gozará de "felicidad eterna". Este hecho ha quedado claro en esta dispensación (véase D. y C. 77:3).

El hombre es el hijo de Dios, formado a la imagen divina y dotado de atributos divinos, y así como el hijo infantil de un padre y una madre terrenales es capaz, a su debido tiempo, de convertirse en un hombre, así también el vástago no desarrollado de un parentesco celestial es capaz, por experiencia a través de edades y eones, de evolucionar hasta convertirse en un Dios.

Joseph F. Smith

John R. Winder

Anthon H. Lund

Primera Presidencia de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Noviembre de 1909

Mensaje original: https://www.churchofjesuschrist.org/study/ensign/2002/02/the-origin-of-man?lang=eng

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Lección 24

La Restauración continúa: Las ordenanzas del Santo Templo tanto para los vivos como para los muertos, y la doctrina del matrimonio y la familia eternos

La redención de los muertos y el testimonio de Jesús

D. Todd Christofferson, “La redención de los muertos y el testimonio de Jesús”, Liahona, enero de 2001, págs. 10–13.

Un hombre con traje y corbata sonriendo</p><p>Descripcin generada automticamente

"Al buscar el nombre y los datos de nuestros antecesores y al efectuar por ellos las ordenanzas salvadoras que ellos mismos no pudieron efectuar, testificamos del alcance infinito de la expiación de Jesucristo".

Teólogos cristianos han lidiado largo tiempo con el interrogante: "¿Cuál es el destino de los innumerables millones de personas que han vivido y muerto sin ningún conocimiento de Jesús?" . Con la restauración del Evangelio de Jesucristo llegó el conocimiento de que los muertos que no fueron bautizados son redimidos y de que Dios es "un Dios perfecto, justo y misericordioso también".

Cuando Jesús aún vivía en la tierra, profetizó que él también predicaría a los muertos. Pedro nos dice que eso ocurrió en el intervaloque hubo entre la crucifixión y la resurrección del Salvador. El presidente Joseph F. Smith vio en visión que el Salvador visitó el mundo de los espíritus y que "organizó sus fuerzas y nombró mensajeros de entre los [espíritus] justos, investidos con poder y autoridad, y los comisionó para que fueran y llevaran la luz del evangelio a los que se hallaban en tinieblas…

"A ellos se les enseñó la fe en Dios, el arrepentimiento del pecado, el bautismo vicario para la remisión de los pecados, [y] el don del Espíritu Santo por la imposición de las manos".

La doctrina de que los vivientes pueden proporcionar el bautismo y otras ordenanzas esenciales a los muertos, vicariamente, fue revelada de nuevo al profeta José Smith. Él aprendió que a los espíritus que esperan la resurrección no sólo se les ofrece la salvación individual, sino que pueden ser unidos en el cielo como marido y mujer y ser sellados a sus padres y madres de todas las generaciones pasadas, y tener sellados a ellos a sus hijos de todas las generaciones futuras. El Señor reveló al Profeta que esos ritos sagrados sólo se efectúan apropiadamente en una casa edificada a Su nombre, un lugar santo: un templo.

El principio del servicio vicario no debiera parecer extraño a ningún cristiano. En el bautismo que se efectúa para una persona viviente, el oficiante actúa, como representante, por y en lugar del Salvador. ¿Y no es acaso el principio central de nuestra fe que el sacrificio de Cristo expía nuestros pecados al satisfacer vicariamente las demandas de la justicia por nosotros? Como ha dicho el presidente Gordon B. Hinckley: "Creo que la obra vicaria por los muertos se aproxima más al sacrificio vicario del Salvador mismo que ninguna otra obra de la que tenga conocimiento. Se realiza con amor, sin la esperanza de recibir compensación o pago de ninguna clase. Qué principio tan glorioso".

Algunos han interpretado mal y han supuesto que las almas difuntas "son bautizadas en la fe mormona sin el conocimiento de ellas" o que "a personas que una vez pertenecieron a otras fes se les impone la fe mormona como si hubiesen sido mormonas". Presuponen que de algún modo tenemos poder para forzar a un alma en asuntos de fe. Desde luego, no lo tenemos. Dios dio al hombre el albedrío desde el principio. "Los muertos que se arrepientan serán redimidos mediante su obediencia a las ordenanzas de la casa de Dios", pero sólo si aceptan esas ordenanzas. La Iglesia no los anota en sus listas ni los cuenta en su número de miembros.

Nuestro anhelo por redimir a los muertos, así como el tiempo y los recursos que invertimos en ese cometido, son, sobre todo, la expresión de nuestro testimonio con respecto a Jesucristo y constituye una afirmación tan poderosa como la que podemos hacer acerca de Su divino carácter y misión. Testifica, primero, de la resurrección de Cristo; segundo, del alcance infinito de Su expiación; tercero, de que él es la única fuente de la salvación; cuarto, que él ha establecido las condiciones de la salvación; y, quinto, que él vendrá otra vez.

El poder de la resurrección de Cristo

En cuanto a la resurrección, Pablo preguntó: "De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?" . Nos bautizamos por los muertos porque sabemos que resucitarán. "El alma será restaurada al cuerpo, y el cuerpo al alma; sí, y todo miembro y coyuntura serán restablecidos a su cuerpo; sí, ni un cabello de la cabeza se perderá, sino que todo será restablecido a su propia y perfecta forma". "Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven".

Es excepcionalmente importante lo que hacemos en relación con los que nos han antecedido puesto que ellos viven en la actualidad como espíritus y vivirán otra vez como almas inmortales, y ello, gracias a Jesucristo. Creemos las palabras de él cuando dijo: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá". Con los bautismos que efectuamos por lo muertos, testificamos que "…así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados…

"Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.

"Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte".

El alcance infinito de la expiación de Cristo

Al buscar el nombre y los datos de nuestros antecesores y al efectuar por ellos las ordenanzas salvadoras que ellos mismos no pudieron efectuar, testificamos del alcance infinito de la expiación de Jesucristo. Jesucristo "por todos murió". "Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo".

"…Dios no hace acepción de personas

"sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia".

"…¿acaso exclama él a alguien, diciendo: Apártate de mí? He aquí, os digo que no; antes bien, dice: Venid a mí, vosotros, todos los extremos de la tierra, comprad leche y miel sin dinero y sin precio". Nuestro Señor "invita a todos… a que vengan a él y participen de su bondad; y a nadie de los que a él vienen desecha, sean negros o blancos, esclavos o libres, varones o mujeres; y se acuerda de los paganos; y todos son iguales ante Dios, tanto los judíos como los gentiles".

Es inconcebible que esta invitación que se hace a todas las personas que viven en la tierra no se hiciera también a los que no la oyeron antes de morir. Junto con Pablo, estamos convencidos de que la muerte no impone ese obstáculo: "…ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro".

Jesucristo, la única fuente de la salvación

Nuestro afán por asegurarnos de que a nuestros parientes fallecidos se les ofrezca el bautismo en elnombre de Jesucristo es un testimonio del hecho de que Jesucristo es "el camino, y la verdad, y la vida" y de que "nadie viene al Padre, sino por [él]. Pedro proclamó: "Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos".

"Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre".

Algunos cristianos contemporáneos, preocupados por los millones de millones que han muerto sin un conocimiento de Jesucristo, han comenzado a preguntarse si de verdad habrá sólo "un Señor, una fe, un bautismo" y dicen que creer que Jesús es el único salvador es arrogante, de mentalidad estrecha e intolerante. Pero nosotros afirmamos que eso es un dilema falso. No hay injusticia en que no haya sino Uno por medio de quien viene la salvación cuando ese Ser único y Su salvación se ofrecen a toda alma, sin excepción. No hace falta que cambiemos la doctrina ni que adaptemos las buenas nuevas de Cristo.

Las condiciones de la salvación establecidas por Cristo

Por motivo de que creemos que Jesucristo es el Redentor, también aceptamos Su autoridad para establecer las condiciones mediante las cuales podemos recibir la gracia de Cristo. De no ser así, no nos interesaría bautizarnos por los muertos.

Jesús confirmó que "estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida". Expresamente, dijo: "el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios". Eso significa que debemos "arrepenti[rnos], y bautiza[rse] cada uno… en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibir[ ] el don del Espíritu Santo".

A pesar de que Jesucristo fue sin pecado, él fue bautizado y recibió el Espíritu Santo para testificar "al Padre que le sería obediente al observar sus mandamientos", así como para mostrarnos "la angostura de la senda, y la estrechez de la puerta por la cual [debemos] entrar, habiéndo[nos] él puesto el ejemplo por delante. Y dijo… A quien se bautice en mi nombre, el Padre dará el Espíritu Santo, como a mí; por tanto, seguidme y haced las cosas que me habéis visto hacer".

No se hacen excepciones; no se necesitan. Cuantos creyeren y se bautizaren --incluso por medio de un representante--, y perseveraren con fe hasta el fin serán salvos, "no sólo los que creyeron después que [Cristo] vino en la carne, en el meridiano de los tiempos, sino que… todos los que fueron desde el principio, sí, todos cuantos existieron antes que él viniese". Por esa razón, el Evangelio también se predica "a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios".

La segunda venida de Jesucristo

La obra que efectuamos por los muertos da testimonio de que Jesucristo vendrá de nuevo a esta tierra. En los últimos versículos del Antiguo Testamento, Jehová dice: "He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible.

"El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición". En un inspirado comentario sobre ese pasaje de las Escrituras, el profeta José Smith dijo: "la tierra será herida con una maldición, a menos que entre los padres y los hijos exista un eslabón conexivo de alguna clase, tocante a algún asunto u otro; y he aquí, ¿cuál es ese asunto? Es el bautismo por los muertos. Pues sin ellos nosotros no podemos perfeccionarnos, ni ellos pueden perfeccionarse sin nosotros".

Las ordenanzas vicarias que efectuamos en los templos, comenzando por el bautismo, hacen posible el eslabón conexivo entre las generaciones que cumple el propósito de la creación de la tierra. Sin eso, "toda la tierra sería totalmente asolada a [la] venida [de Cristo]". Elías el Profeta de hecho ya ha venido, como se prometió, a conferir el poder del sacerdocio que hace volver el corazón [de unos y otros] y establece los eslabones conexivos entre los padres y los hijos, a fin de que de nuevo lo que sea atado en la tierra sea "atado en los cielos". Cuando vino, Elías dijo: "…se entregan en vuestras manos las llaves de esta dispensación; y por esto sabréis que el día grande y terrible del Señor está cerca, sí, a las puertas".

Estamos dedicados de todo corazón a la obra de buscar a nuestros padres y a nuestras madres de las generaciones pasadas y de unirlos a nosotros y unirnos nosotros a ellos. ¿No es ésa la evidencia más contundente de nuestra convicción de que Jesucristo vendrá de nuevo a reinar sobre la tierra? Sabemos que él vendrá y sabemos lo que él espera que habremos hecho en preparación para Su regreso.

En las Escrituras, a veces se dice que los espíritus de los muertos están en tinieblas o encarcelados. Al meditar en el maravilloso plan de Dios para la redención de ésos, Sus hijos, el profeta José Smith escribió este salmo: "¡Regocíjense vuestros corazones y llenaos de alegría! ¡Prorrumpa la tierra en canto! ¡Alcen los muertos himnos de alabanza eterna al Rey Emanuel que, antes de existir el mundo, decretó lo que nos habilitaría para redimirlos de su prisión; porque los presos quedarán libres!.

Nuestro deber se extiende tan lejos y tan profundamente como el amor de Dios para abarcar a Sus hijos de toda época y de todo lugar. Nuestras labores en beneficio de los muertos dan elocuente testimonio de que Jesucristo es el divino Redentor de todo el género humano. Su gracia y Sus promesas llegan incluso a los que en vida no le hallan. Gracias a él, los prisioneros en verdad quedarán libres. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Material Adicional

Escrituras

Doctrina y Convenios 128:1–25

Doctrina y Convenios

1 Conforme a lo que os comuniqué en mi carta, antes de partir de casa, que de cuando en cuando os escribiría para daros información concerniente a muchos asuntos, en esta reanudo el tema del bautismo por los muertos, porque es lo que parece ocupar mi mente e introducirse con más fuerza en mis sentimientos, desde que me persiguen mis enemigos.

2 Os escribí unas palabras de revelación en cuanto a un registrador. He recibido unas pocas impresiones adicionales con referencia a este asunto, las cuales ahora confirmo. Es decir, se expuso en mi carta anterior que debe haber un registrador, el cual debe ser testigo ocular, y también oír con sus oídos, para que registre una verdad ante el Señor.

3 Ahora, a este respecto, sería muy difícil que un solo registrador estuviera presente en todo momento para atender a todos los detalles. Para evitar esta dificultad, en cada barrio de la ciudad se puede nombrar un registrador que sea hábil para tomar notas precisas; y ejerza él mucho esmero y exactitud al levantar un acta de todo lo transcurrido, dando fe en su registro que vio con sus ojos y oyó con sus oídos, haciendo constar la fecha, los nombres, etcétera, y la relación completa de todo el asunto, nombrando también a unas tres personas que hayan estado presentes, si es que las hubo, las cuales en cualquier momento que se les requiera puedan certificar lo ocurrido, a fin de que en boca de dos o tres testigos se confirme toda palabra.

4 Entonces, haya un registrador general, a quien se entreguen estos otros registros, acompañados de constancias, firmadas por ellos mismos, que certifiquen que el registro que han hecho es verdadero. Entonces el registrador general de la iglesia anotará lo registrado en el libro general de la iglesia, con las constancias y todos los testigos que asistieron, junto con su propia declaración de que él ciertamente cree que lo declarado y registrado es verdadero, basado en su conocimiento del carácter general de dichos varones y su nombramiento por la iglesia. Y cuando se haga esto en el libro general de la iglesia, el registro será tan santo, y cumplirá la ordenanza tal como si él hubiera visto con sus ojos, y oído con sus oídos, y lo hubiera asentado en el libro general de la iglesia.

5 Os parecerá que este orden de cosas es muy minucioso, pero permítaseme deciros que solo es para obedecer la voluntad de Dios, acomodándonos a la ordenanza y preparación que el Señor ordenó y dispuso antes de la fundación del mundo, para la salvación de los muertos que fallecieran sin el conocimiento del evangelio.

6 Además, quiero que recordéis que Juan el Revelador estaba considerando precisamente este tema referente a los muertos, cuando declaró, como está escrito en el Apocalipsis, capítulo 20, versículo 12: Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.

7 Veréis por este pasaje que los libros fueron abiertos, y que se abrió otro libro, que es el libro de la vida; pero los muertos fueron juzgados por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras; por consiguiente, los libros mencionados deben ser los que contenían el relato de sus obras, y se refieren a los registros que se llevan en la tierra. Y el libro que era el de la vida es el registro que se lleva en los cielos; así que el principio concuerda expresamente con la doctrina que se os manda en la revelación contenida en la carta que os escribí antes de salir de casa: que todo lo que registrareis quede registrado en los cielos.

8 Ahora, la naturaleza de esta ordenanza consiste en el poder del sacerdocio, por la revelación de Jesucristo, mediante el cual se concede que lo que atéis en la tierra sea atado en los cielos, y lo que desatéis en la tierra sea desatado en los cielos. En otras palabras, tomando otro punto de vista de la traducción, aquello que registréis en la tierra será registrado en los cielos, y lo que no registréis en la tierra no será registrado en los cielos; porque de los libros serán juzgados vuestros muertos, según sus propias obras, bien sea que ellos mismos hayan efectuado las ordenanzas en persona, o bien por medio de sus propios agentes, de acuerdo con la ordenanza que Dios ha preparado para su salvación, desde antes de la fundación del mundo, conforme a los registros que hayan llevado de sus muertos.

9 A algunos les parecerá muy atrevida esta doctrina que discutimos: un poder que registra o ata en la tierra y también en los cielos. Sin embargo, en todas las edades del mundo, cada vez que el Señor ha dado una dispensación del sacerdocio a un hombre o grupo de hombres, por revelación efectiva, siempre se ha dado este poder. De manera que, todo cuanto esos hombres hicieron con autoridad, en el nombre del Señor, y lo hicieron verdadera y fielmente, y llevaron un registro adecuado y fiel de ello, esto llegó a ser una ley en la tierra y en los cielos, y, de acuerdo con los decretos del gran Jehová, no podía anularse. Esta palabra es verdadera. ¿Quién la puede oír?

10 Y además, he aquí el precedente, Mateo, capítulo 16, versículos 18 y 19: Mas yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos.

11 Ahora, el gran e importante secreto de todo el asunto, y el summum bonum de todo el tema que tenemos por delante consiste en obtener los poderes del Santo Sacerdocio. Al que se dan estas llaves no se le dificulta obtener conocimiento de los hechos relacionados con la salvación de los hijos de los hombres, tanto de los vivos como de los muertos.

12 He aquí gloria y honra, inmortalidad y vida eterna: La ordenanza del bautismo en el agua, el ser sumergidos en ella a fin de que sea a semejanza de los muertos, para que un principio concuerde con el otro; el ser sumergidos en el agua y salir de ella es a semejanza de la resurrección de los muertos que salen de sus sepulcros; de modo que se instituyó esta ordenanza para establecer una relación con la ordenanza del bautismo por los muertos, siendo a semejanza de ellos.

13 Por consiguiente, se instituyó la pila bautismal como una semejanza del sepulcro, y se mandó colocar debajo del lugar donde los vivos suelen congregarse, para representar a los vivos y a los muertos, y para que todas las cosas tengan su semejanza, y para que concuerden unas con otras; lo terrenal correspondiendo a lo celestial, como lo ha declarado Pablo en 1 Corintios, capítulo 15, versículos 46 al 48.

14 Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y cual los registros en la tierra relacionados con vuestros muertos, debidamente llevados, tales también los registros en los cielos. Este, pues, es el poder de sellar y ligar, y en un sentido de la palabra, las llaves del reino que consisten en la llave del conocimiento.

15 Y ahora, mis muy queridos hermanos y hermanas, permítaseme aseguraros que estos son principios referentes a los muertos y a los vivos que no se pueden desatender, en lo que atañe a nuestra salvación. Porque su salvación es necesaria y esencial para la nuestra, como dice Pablo tocante a los padres: que ellos sin nosotros no pueden ser perfeccionados, ni tampoco podemos nosotros ser perfeccionados sin nuestros muertos.

16 Ahora, en cuanto al bautismo por los muertos, os citaré otro pasaje de Pablo, 1 Corintios, capítulo 15, versículo 29: De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?

17 Además, en relación con este pasaje, os citaré las palabras de uno de los profetas que tenía fija su vista en la restauración del sacerdocio, las glorias que se habrían de revelar en los postreros días, y de una manera especial, en este tema, el más glorioso de todos los que pertenecen al evangelio sempiterno, a saber, el bautismo por los muertos; porque dice Malaquías en el último capítulo, versículos cinco y seis: He aquí yo os envío a Elías el Profeta antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.

18 Pude haber dado una traducción más clara de esto, pero para mi objeto tiene suficiente claridad tal como está. Basta saber, en este caso, que la tierra será herida con una maldición, a menos que entre los padres y los hijos exista un eslabón conexivo de alguna clase, tocante a algún asunto u otro; y he aquí, ¿cuál es ese asunto? Es el bautismo por los muertos. Pues sin ellos nosotros no podemos perfeccionarnos, ni ellos pueden perfeccionarse sin nosotros. Ni tampoco podemos nosotros ni ellos perfeccionarnos sin los que han fallecido en el evangelio; porque al iniciarse la dispensación del cumplimiento de los tiempos, dispensación que ya está comenzando, es menester que una unión entera, completa y perfecta, así como un encadenamiento de dispensaciones, llaves, poderes y glorias se realicen y sean revelados desde los días de Adán hasta el tiempo presente. Y no solo esto, sino que las cosas que jamás se han revelado desde la fundación del mundo, antes fueron escondidas de los sabios y entendidos, serán reveladas a los niños pequeños y a los de pecho en esta, la dispensación del cumplimiento de los tiempos.

19 Ahora, ¿qué oímos en el evangelio que hemos recibido? ¡Una voz de alegría! Una voz de misericordia del cielo, y una voz de verdad que brota de la tierra; gozosas nuevas para los muertos; una voz de alegría para los vivos y los muertos; buenas nuevas de gran gozo. ¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies de los que traen alegres nuevas de cosas buenas, y que dicen a Sion: He aquí, tu Dios reina! ¡Como el rocío del Carmelo descenderá sobre ellos el conocimiento de Dios!

20 Y además, ¿qué oímos? ¡Alegres nuevas de Cumorah! Moroni, un ángel de los cielos, declarando el cumplimiento de los profetas: el libro que había de ser revelado. ¡Una voz del Señor en el yermo de Fayette, condado de Séneca, dando a conocer a los tres testigos que darían testimonio del libro! ¡La voz de Miguel, en las riberas del Susquehanna, discerniendo al diablo cuando se apareció como ángel de luz! ¡La voz de Pedro, Santiago y Juan en el yermo despoblado entre Harmony, condado de Susquehanna, y Colesville, condado de Broome, en las márgenes del Susquehanna, declarando que poseían las llaves del reino y de la dispensación del cumplimiento de los tiempos!

21 ¡Y además, la voz de Dios en la alcoba del anciano papá Whitmer, en Fayette, condado de Séneca, y en varias ocasiones y en diversos lugares, en todas las peregrinaciones y tribulaciones de esta Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días! ¡Y la voz de Miguel, el arcángel; la voz de Gabriel, de Rafael y de diversos ángeles, desde Miguel o Adán, hasta el tiempo actual, todos ellos declarando su dispensación, sus derechos, sus llaves, sus honores, su majestad y gloria, y el poder de su sacerdocio; dando línea sobre línea, precepto tras precepto; un poco aquí, y otro poco allí; consolándonos con la promesa de lo que ha de venir en lo futuro, confirmando nuestra esperanza!

22 Hermanos, ¿no hemos de seguir adelante en una causa tan grande? Avanzad, en vez de retroceder. ¡Valor, hermanos; e id adelante, adelante a la victoria! ¡Regocíjense vuestros corazones y llenaos de alegría! ¡Prorrumpa la tierra en canto! ¡Alcen los muertos himnos de alabanza eterna al Rey Emanuel que, antes de existir el mundo, decretó lo que nos habilitaría para redimirlos de su prisión; porque los presos quedarán libres!

23 ¡Griten de gozo las montañas, y todos vosotros, valles, clamad en voz alta; y todos vosotros, mares y tierra seca, proclamad las maravillas de vuestro Rey Eterno! ¡Ríos, arroyos y riachuelos, corred con alegría! ¡Alaben al Señor los bosques y todos los árboles del campo; y vosotras, rocas sólidas, llorad de gozo! ¡Canten en unión el sol, la luna y las estrellas del alba, y den voces de alegría todos los hijos de Dios! ¡Declaren para siempre jamás su nombre las creaciones eternas! Y otra vez digo: ¡Cuán gloriosa es la voz que oímos de los cielos, que proclama en nuestros oídos gloria, salvación, honra, inmortalidad y vida eterna; reinos, principados y potestades!

24 He aquí, está a punto de llegar el gran día del Señor; ¿y quién podrá soportar el día de su venida?; o, ¿quién podrá estar en pie cuando él se manifieste? Porque es como fuego purificador y como jabón de lavadores; y se sentará como afinador y limpiador de la plata; porque purificará a los hijos de Leví, los depurará como a oro y como a plata, para que presenten al Señor una ofrenda en rectitud. Ofrezcamos, pues, como iglesia y como pueblo, y como Santos de los Últimos Días, una ofrenda al Señor en rectitud; y presentemos en su santo templo, cuando quede terminado, un libro que contenga el registro de nuestros muertos, el cual sea digno de toda aceptación.

25 Hermanos, tengo muchas cosas que deciros referentes al tema; pero por ahora daré fin, y continuaré el asunto en alguna otra ocasión. Quedo de vosotros, como siempre, vuestro humilde siervo y constante amigo,

Doctrina y Convenios 131

Doctrina y Convenios

SECCIÓN 131

Instrucciones dadas por José Smith el Profeta en Ramus, Illinois, los días 16 y 17 de mayo de 1843.

1–4, El matrimonio celestial es esencial para recibir la exaltación en el cielo más alto; 5–6, Se explica la forma en que los hombres son sellados para vida eterna; 7–8, Todo espíritu es materia.

1 En la gloria celestial hay tres cielos o grados;

2 y para alcanzar el más alto, el hombre tiene que entrar en este orden del sacerdocio [es decir, el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio];

3 y si no lo hace, no puede alcanzarlo.

4 Podrá entrar en el otro, pero ese es el límite de su reino; no puede tener aumento.

5 (17 de mayo de 1843). La palabra profética más segura significa que un hombre sepa, por revelación y el espíritu de profecía, que está sellado para vida eterna, mediante el poder del Santo Sacerdocio.

6 Es imposible que el hombre se salve en la ignorancia.

7 No hay tal cosa como materia inmaterial. Todo espíritu es materia, pero es más refinado o puro, y solo los ojos más puros pueden discernirlo;

8 no lo podemos ver; pero cuando nuestros cuerpos sean purificados, veremos que todo es materia.

Doctrina y Convenios 132:3–25

Doctrina y Convenios

3 Por tanto, prepara tu corazón para recibir y obedecer las instrucciones que estoy a punto de darte, porque todos aquellos a quienes se revela esta ley, tienen que obedecerla.

4 Porque he aquí, te revelo un nuevo y sempiterno convenio; y si no lo cumples, serás condenado, porque nadie puede rechazar este convenio y entrar en mi gloria.

5 Porque todos los que quieran recibir una bendición de mi mano han de obedecer la ley que fue decretada para tal bendición, así como sus condiciones, según fueron instituidas desde antes de la fundación del mundo.

6 Y en cuanto al nuevo y sempiterno convenio, se instituyó para la plenitud de mi gloria; y el que reciba la plenitud de ella deberá cumplir la ley, y la cumplirá, o será condenado, dice Dios el Señor.

7 Y de cierto te digo que las condiciones de dicha ley son estas: Todos los convenios, contratos, vínculos, compromisos, juramentos, votos, prácticas, uniones, asociaciones o aspiraciones que no son hechos, ni concertados, ni sellados por el Santo Espíritu de la promesa, así por el tiempo como por toda la eternidad, mediante el que ha sido ungido, y eso también de la manera más santa, por revelación y mandamiento, por conducto de mi ungido, a quien he nombrado sobre la tierra para tener este poder (y he nombrado a mi siervo José para que tenga este poder en los últimos días, y nunca hay más de una persona a la vez sobre la tierra a quien se confieren este poder y las llaves de este sacerdocio), ninguna eficacia, virtud o fuerza tienen en la resurrección de los muertos, ni después; porque todo contrato que no se hace con este fin termina cuando mueren los hombres.

8 He aquí, mi casa es una casa de orden, dice Dios el Señor, y no de confusión.

9 ¿Aceptaré una ofrenda que no se haga en mi nombre?, dice el Señor.

10 ¿O recibiré de tus manos lo que yo no he señalado?

11 ¿Y te señalaré algo, dice el Señor, que no sea por ley, tal como yo y mi Padre decretamos para ti, antes de que el mundo fuese?

12 Yo soy el Señor tu Dios; y te doy este mandamiento: Que ningún hombre vendrá al Padre sino por mí o por mi palabra, que es mi ley, dice el Señor.

13 Y todas las cosas que hay en el mundo, ya sean prescritas por los hombres, por tronos, o principados, o poderes, o cosas de renombre, cualesquiera que fueren, y que no sean de mí ni por mi palabra, serán derribadas, dice el Señor, y no permanecerán después que los hombres mueran, ni tampoco en la resurrección, ni después, dice el Señor tu Dios.

14 Porque las cosas que permanecen son por mí; y lo que no sea por mí será sacudido y destruido.

15 Por consiguiente, si un hombre se casa con una mujer en el mundo, y no se casa con ella ni por mí ni por mi palabra, y él hace convenio con ella mientras él esté en el mundo, y ella con él, ninguna validez tendrán su convenio y matrimonio cuando mueran y estén fuera del mundo; por tanto, no están ligados por ninguna ley cuando salen del mundo.

16 Por tanto, cuando están fuera del mundo ni se casan ni se dan en casamiento, sino que son nombrados ángeles en el cielo, ángeles que son siervos ministrantes para ministrar a aquellos que son dignos de un peso de gloria mucho mayor, y predominante, y eterno.

17 Porque estos ángeles no se sujetaron a mi ley; por tanto, no pueden ser engrandecidos, sino que permanecen separada y solitariamente, sin exaltación, en su estado de salvación, por toda la eternidad; y en adelante no son dioses, sino ángeles de Dios para siempre jamás.

18 Además, de cierto te digo que si un hombre se casa con una mujer, y hace convenio con ella por el tiempo y por toda la eternidad, y si ese convenio no se efectúa por mí ni por mi palabra, que es mi ley, ni es sellado por el Santo Espíritu de la promesa, por medio de aquel a quien he ungido y nombrado a este poder, entonces no es válido, ni está en vigor cuando salen del mundo, porque no están ligados por mí ni por mi palabra, dice el Señor; cuando estén fuera del mundo no se podrá aceptar allá, porque los ángeles y los dioses son nombrados para estar allí, y no podrán pasar más allá de ellos; de modo que, no pueden heredar mi gloria, porque mi casa es una casa de orden, dice Dios el Señor.

19 Y además, de cierto te digo, si un hombre se casa con una mujer por mi palabra, la cual es mi ley, y por el nuevo y sempiterno convenio, y les es sellado por el Santo Espíritu de la promesa, por conducto del que es ungido, a quien he otorgado este poder y las llaves de este sacerdocio, y se les dice: Saldréis en la primera resurrección, y si fuere después de la primera, en la siguiente resurrección, y heredaréis tronos, reinos, principados, potestades y dominios, toda altura y toda profundidad, entonces se escribirá en el Libro de la Vida del Cordero que no cometerán homicidio para derramar sangre inocente; y si cumplen mi convenio y no cometen homicidio, vertiendo sangre inocente, les será cumplido en todo cuanto mi siervo haya declarado sobre ellos, por el tiempo y por toda la eternidad; y estará en pleno vigor cuando ya no estén en el mundo; y los ángeles y los dioses que están allí les dejarán pasar a su exaltación y gloria en todas las cosas, según lo que haya sido sellado sobre su cabeza, y esta gloria será una plenitud y continuación de las simientes por siempre jamás.

20 Entonces serán dioses, porque no tendrán fin; por consiguiente, existirán de eternidad en eternidad, porque continuarán; entonces estarán sobre todo, porque todas las cosas les estarán sujetas. Entonces serán dioses, porque tendrán todo poder, y los ángeles estarán sujetos a ellos.

21 De cierto, de cierto te digo, a menos que cumpláis mi ley, no podréis alcanzar esta gloria.

22 Porque estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la exaltación y continuación de las vidas, y pocos son los que la hallan, porque no me recibís en el mundo ni tampoco me conocéis.

23 Mas si me recibís en el mundo, entonces me conoceréis y recibiréis vuestra exaltación; para que donde yo estoy vosotros también estéis.

24 Esto es vidas eternas: Conocer al único Dios sabio y verdadero, y a Jesucristo a quien él ha enviado. Yo soy él. Recibid, pues, mi ley.

25 Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a las muertes, y muchos son los que entran por ella, porque no me reciben, ni tampoco cumplen mi ley.

El matrimonio es esencial para Su plan eterno

Élder David A. Bednar

Del Quórum de los Doce Apóstoles

Liahona, junio de 2006, págs. 50–55.

El concepto ideal doctrinal del matrimonio

La Primera Presidencia nos ha aconsejado encarecidamente que dediquemos nuestros mejores esfuerzos al fortalecimiento del matrimonio y del hogar. Esa instrucción jamás se ha necesitado más en el mundo que hoy en día, a medida que se ataca la santidad del matrimonio y se debilita la importancia del hogar.

A pesar de que la Iglesia y sus programas apoyan al matrimonio y a la familia, y por lo general tienen éxito en ello, siempre debemos recordar esta verdad básica: ningún medio ni ninguna organización puede ocupar el lugar del hogar ni cumplir sus funciones esenciales. Por consiguiente, hoy me dirigiré a ustedes, en primer lugar como hombres y mujeres, como esposos y esposas, y como madres y padres, y en segundo, como líderes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares de la Iglesia. La asignación que tengo es la de analizar la función esencial del matrimonio eterno en el plan de felicidad de nuestro Padre Celestial.

Nos centraremos en el concepto ideal doctrinal del matrimonio. Espero que el análisis de nuestras posibilidades eternas y el recordatorio de quiénes somos y de por qué estamos aquí en la tierra nos brinden dirección, consuelo y una esperanza sustentadora para todos nosotros, independientemente de nuestro estado civil o de nuestras circunstancias personales actuales. La discrepancia que existe entre el concepto doctrinal del matrimonio y la realidad de la vida diaria, a veces puede parecer bastante grande pero, poco a poco, ustedes van progresando mejor de lo que probablemente se imaginan.

Los exhorto a tener presentes las siguientes preguntas a medida que analizamos los principios relacionados con el matrimonio eterno.

Pregunta 1: En mi propia vida, ¿me esfuerzo por llegar a ser un mejor esposo o una mejor esposa, o me preparo para ser un esposo o una esposa, al comprender esos principios básicos y llevarlos a la práctica?

Pregunta 2: En calidad de líder del sacerdocio o de las organizaciones auxiliares, ¿ayudo a las personas a quienes sirvo a comprender esos principios básicos y a llevarlos a la práctica, y de ese modo fortalecer el matrimonio y el hogar?

Al meditar con oración en esas preguntas y al considerar nuestra propia relación matrimonial y nuestras responsabilidades en la Iglesia, testifico que el Espíritu del Señor iluminará nuestra mente y nos enseñará las cosas que debemos hacer y mejorar (véase Juan 14:26).

Por qué el matrimonio es esencial

En “La Familia: Una proclamación para el mundo”, la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles proclaman “que el matrimonio entre el hombre y la mujer es ordenado por Dios y que la familia es la parte central del plan del Creador para el destino eterno de Sus hijos”. Esta frase de la proclamación, que establece el tema del discurso, nos enseña mucho en cuanto al significado doctrinal del matrimonio y recalca la supremacía del matrimonio y de la familia en el plan del Padre. El matrimonio honorable es un mandamiento y un paso esencial en el proceso de crear una relación familiar amorosa que se puede perpetuar más allá de la tumba.

Hay dos razones doctrinales convincentes que nos ayudan a entender por qué el matrimonio eterno es esencial para el plan del Padre.

Razón 1: La naturaleza del espíritu del hombre y la naturaleza del espíritu de la mujer se complementan y se perfeccionan mutuamente y, por tanto, se ha dispuesto que progresen juntos hacia la exaltación.

La plena comprensión de la naturaleza eterna del matrimonio y de su importancia sólo se puede lograr dentro del contexto supremo del plan que el Padre tiene para Sus hijos. “Todos los seres humanos, hombres y mujeres, son creados a la imagen de Dios. Cada uno es un amado hijo o hija espiritual de padres celestiales y, como tal, cada uno tiene una naturaleza y un destino divinos”. El gran plan de felicidad permite que los hijos y las hijas espirituales de nuestro Padre Celestial obtengan un cuerpo físico, ganen experiencias terrenales y progresen hacia la perfección.

“El ser hombre o mujer es una característica esencial de la identidad y el propósito eternos de los seres humanos en la vida premortal, mortal y eterna”, y en gran medida eso define quiénes somos, por qué estamos aquí en la tierra, y qué debemos hacer y llegar a ser. Por razones divinas, el espíritu de los hombres y el de las mujeres son diferentes, singulares y complementarios.

Después de que se creó la tierra, se puso a Adán en el Jardín de Edén; sin embargo, y muy importante, Dios dijo que no era bueno que el hombre estuviera solo (véase Génesis 2:18; Moisés 3:18), y Eva llegó a ser la compañera y la ayuda idónea de Adán. A fin de llevar a cabo el plan de felicidad se necesitaba la combinación singular de facultades espirituales, físicas, mentales y emocionales tanto de hombres como de mujeres. Solos, ni el hombre ni la mujer podrían cumplir con los propósitos de su creación.

Por designio divino, se dispone que los hombres y las mujeres progresen juntos hacia la perfección y hacia una plenitud de gloria. A causa de sus temperamentos y facultades singulares, los hombres y las mujeres llevan a la relación matrimonial perspectivas y experiencias únicas. El hombre y la mujer contribuyen de forma diferente pero por igual a una totalidad y unidad que no se pueden lograr de ninguna otra manera. El hombre complementa y perfecciona a la mujer, y la mujer complementa y perfecciona al hombre, al aprender el uno del otro y al fortalecerse y bendecirse mutuamente. “En el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón” (1 Corintios 11:11; cursiva agregada).

Razón 2: Por designio divino, se necesitan tanto el hombre como la mujer para traer hijos a la tierra y para proporcionar el mejor entorno para la crianza y el cuidado de los hijos.

El mandamiento que se dio antiguamente a Adán y a Eva de multiplicarse y henchir la tierra permanece en vigor hoy día. “Dios ha mandado que los sagrados poderes de la procreación se utilicen sólo entre el hombre y la mujer legítimamente casados, como esposo y esposa… la forma por medio de la cual se crea la vida mortal fue establecida por decreto divino”. Por tal razón, el matrimonio entre un hombre y una mujer es el conducto autorizado por el cual los espíritus entran en la tierra. La completa abstinencia sexual antes del matrimonio y la total fidelidad dentro del matrimonio protegen la santidad de ese sagrado conducto.

El hogar en el que haya un esposo y una esposa leales y llenos de amor es el entorno supremo en el que se puede criar a los hijos en amor y rectitud, y en el que se pueden satisfacer las necesidades espirituales de los hijos. Del mismo modo que las características singulares tanto del hombre como de la mujer contribuyen a la plenitud de la relación matrimonial, esas mismas características son vitales para la crianza, el cuidado y la enseñanza de los hijos. “Los hijos tienen el derecho de nacer dentro de los lazos del matrimonio y de ser criados por un padre y una madre que honran sus promesas matrimoniales con fidelidad completa”.

Principios de orientación

Las dos razones doctrinales que hemos analizado en cuanto a la importancia del matrimonio eterno en el plan de felicidad del Padre proponen principios de orientación para aquellos que se estén preparando para casarse, para los que estén casados y para nuestro servicio en la Iglesia.

Principio 1: La importancia del matrimonio eterno se comprende únicamente dentro del contexto del plan de felicidad del Padre.

Con frecuencia hablamos del matrimonio y lo destacamos como una unidad fundamental de la sociedad, como el fundamento de una nación fuerte y como una institución básica sociológica y cultural. Sin embargo, ¡el Evangelio restaurado nos ayuda a entender que es mucho más que eso!

¿Hablamos, quizás, acerca del matrimonio sin enseñar adecuadamente la importancia del matrimonio en el plan de nuestro Padre? El hacer hincapié en el matrimonio sin conectarlo con la doctrina sencilla y fundamental del plan de felicidad no puede proporcionar la suficiente dirección, protección ni esperanza en un mundo que cada vez se vuelve más confuso y perverso. Bien haríamos todos en recordar la enseñanza de Alma de que Dios dio a los hijos de los hombres mandamientos “después de haberles dado a conocer el plan de redención” (Alma 12:32; cursiva agregada).

El élder Parley P. Pratt expresó hermosamente las bendiciones que recibimos a medida que aprendemos y comprendemos el concepto ideal doctrinal del matrimonio y nos esforzamos por aplicarlo en nuestra vida.

“José Smith fue quien me enseñó a valorar las entrañables relaciones que existen entre padre y madre, esposo y esposa; entre hermano y hermana, hijo e hija.

“De él aprendí que podría tener asegurada a mi amada esposa por esta vida y por toda la eternidad; y que los sublimes sentimientos de unidad y afecto que nos atrajeron mutuamente emanaron de la fuente del amor divino y eterno…

“Antes había amado, sin saber por qué; pero ahora amaba con una pureza, con una intensidad de sentimientos virtuosos y exaltados que elevarían mi alma de las cosas transitorias de esta deplorable esfera y la harían expandirse como el océano… En una palabra, ahora podía amar con el espíritu así como con el entendimiento.

“Sin embargo, en ese tiempo, mi muy querido hermano José Smith tan sólo había… levantado una esquina del velo, dándome sólo un vistazo de la eternidad”.

Como hombres y mujeres, como esposos y esposas, y en calidad de líderes de la Iglesia, ¿vemos cómo la importancia del matrimonio eterno se puede comprender únicamente dentro del contexto del plan de felicidad del Padre? La doctrina del plan lleva a los hombres y a las mujeres a esperar el matrimonio eterno y a prepararse para él, y vence los temores y supera las incertidumbres por las que tal vez algunas personas demoren el matrimonio o lo eviten. Asimismo, un entendimiento correcto del plan fortalece nuestra determinación de honrar tenazmente el convenio del matrimonio eterno. Al meditar en esa verdad y al entenderla plenamente, se magnificarán nuestro conocimiento personal, nuestra enseñanza y nuestro poder para testificar tanto en el hogar como en la iglesia.

Principio 2: Satanás desea que todos los hombres y todas las mujeres sean miserables como él.

Lucifer ataca y distorsiona implacablemente las doctrinas que más importancia tienen para nosotros, para nuestras familias y para el mundo. ¿Hacia dónde dirige el adversario sus ataques más directos y diabólicos? Satanás se ocupa infatigablemente de confundir lo que se entiende de la identidad sexual, de fomentar el uso prematuro e incorrecto del poder procreador, y de ser un obstáculo para el matrimonio honorable, precisamente porque el matrimonio es ordenado por Dios y la familia es fundamental para el plan de felicidad. Los ataques del adversario al matrimonio eterno seguirán aumentando en intensidad, frecuencia y sutileza.

Debido a que hoy día estamos enfrascados en una batalla por el bienestar del matrimonio y del hogar, en mi última lectura del Libro de Mormón puse particular atención al modo en que los nefitas se preparaban para sus batallas contra los lamanitas. Me di cuenta de que los del pueblo de Nefi “estaban enterados del intento de [su enemigo] y, por consiguiente, se prepararon para enfrentarse a ellos. (Alma 2:12; cursiva agregada). Al leer y estudiar, aprendí que el enterarse del intento del enemigo es un requisito clave para la preparación eficaz. Del mismo modo, nosotros debemos considerar el intento de nuestro enemigo en esta guerra de los últimos días.

El plan del Padre tiene como fin proporcionar guía para Sus hijos, para ayudarles a ser felices y llevarlos seguros de nuevo hacia Él. Los ataques de Lucifer hacia el plan tienen como fin confundir a los hijos y a las hijas de Dios, hacerlos desdichados y detener su progreso eterno. El máximo objetivo del padre de las mentiras es que todos nosotros seamos “miserables como él” (2 Nefi 2:27), y se ocupa de pervertir los elementos que más detesta del plan del Padre. Satanás no tiene un cuerpo, no se puede casar y no tendrá una familia, y se esfuerza constantemente por tergiversar los propósitos divinamente prescritos del sexo de la persona, del matrimonio y de la familia. Por todo el mundo se ve una evidencia cada vez mayor de la eficacia de los esfuerzos de Satanás.

En épocas más recientes, el diablo ha intentado combinar la confusión en cuanto al sexo de la persona y el matrimonio validándola legalmente. Al mirar más allá de la mortalidad hacia la eternidad, es fácil discernir que las falsas alternativas que propone el adversario jamás conducirán al estado de plenitud que se puede lograr a través del sellamiento de un hombre y de una mujer, a la felicidad de un matrimonio honorable, al gozo de la posteridad, o a la bendición del progreso eterno.

En vista de lo que sabemos en cuanto al intento de nuestro enemigo, cada uno de nosotros debe prestar especial cuidado al buscar inspiración personal en cuanto a la forma en que podemos proteger y salvaguardar nuestro propio matrimonio, y sobre cómo podemos aprender principios correctos y enseñarlos en el hogar y en nuestras asignaciones en la Iglesia, tocante a la importancia eterna del sexo de la persona y de la función del matrimonio en el plan del Padre.

Principio 3: Las bendiciones supremas del amor y de la felicidad se obtienen por medio de la relación del convenio del matrimonio eterno.

El Señor Jesucristo es el punto principal en la relación del convenio del matrimonio. Tomen nota de cómo el Salvador está ubicado en la cúspide de este triángulo, y en la base figura una mujer en una esquina y un hombre en la otra. Consideren, ahora, lo que ocurre en la relación entre el hombre y la mujer a medida que cada uno, gradualmente, “[viene] a Cristo” y se esfuerza por ser perfeccionado en Él (Moroni 10:32). A causa del Redentor, y por medio de Él, el hombre y la mujer se acercan más el uno al otro.

A medida que el marido y su esposa son atraídos hacia el Señor (véase (3 Nefi 27:14) a medida que aprenden a servirse y a atesorarse mutuamente, a medida que comparten las experiencias de la vida, progresan juntos y llegan a ser uno, y a medida que son bendecidos mediante la unión de sus naturalezas características, se empiezan a dar cuenta de la plenitud que nuestro Padre Celestial desea para Sus hijos. La máxima felicidad, que es el objeto mismo del plan del Padre, se recibe al efectuar los convenios del matrimonio eterno y al honrarlos.

Como hombres y mujeres, esposos y esposas, y como líderes de la Iglesia, una de nuestras responsabilidades más importantes es ayudar a los hombres y a las mujeres jóvenes, mediante nuestro ejemplo personal, a aprender en cuanto al matrimonio honorable y a prepararse para el mismo. Si las mujeres y los hombres jóvenes observan en nuestro matrimonio dignidad, lealtad, sacrificio y el cumplimiento de convenios, entonces esos jovencitos buscarán emular los mismos principios en sus relaciones de cortejo y matrimonio. Si los jóvenes se dan cuenta de que hemos puesto en primer plano la comodidad y el bienestar de nuestro compañero eterno, se volverán menos egoístas y serán más capaces de dar, de servir y de crear una relación equitativa y perdurable. Si los hombres y las mujeres perciben respeto mutuo, afecto, confianza y amor entre el marido y su esposa, se esforzarán por cultivar esas mismas características. Nuestros hijos y la juventud de la Iglesia aprenderán más de lo que hagamos y de lo que somos, a pesar de que recuerden muy poco de lo que digamos.

Lamentablemente, muchos jóvenes de la Iglesia hoy en día tienen temor del matrimonio eterno y tropiezan en su progreso hacia esa meta, debido a que han visto demasiados divorcios en el mundo y convenios rotos en sus hogares y en la Iglesia.

El matrimonio eterno no es simplemente un contrato legal provisional que se puede dar por terminado en cualquier momento, por cualquier razón; es más bien un convenio sagrado con Dios que puede ligar por esta vida y por toda la eternidad. La lealtad y la fidelidad en el matrimonio no deben ser simplemente palabras atractivas que se mencionan en discursos; más bien deben ser principios que se manifiesten en nuestra propia relación del convenio del matrimonio eterno.

Al considerar la importancia de nuestro ejemplo personal, ¿se dan cuenta ustedes y yo de las áreas donde tenemos que mejorar? ¿Está el Espíritu Santo inspirando nuestra mente y ablandando nuestro corazón y alentándonos a mejorar y a ser mejores? En calidad de líderes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares, ¿estamos concentrando nuestros esfuerzos para fortalecer el matrimonio y el hogar?

El esposo y su esposa necesitan tiempo para estar juntos a fin de fortalecerse a sí mismos y a sus hogares contra los ataques del adversario. Al esforzarnos por magnificar nuestros llamamientos en la Iglesia, ¿estamos involuntariamente impidiendo que esposos y esposas, madres y padres cumplan sus sagradas responsabilidades en el hogar? Por ejemplo, ¿programamos a veces reuniones y actividades innecesarias de modo que interfieran con la relación esencial entre el marido y su esposa, y en la relación de ellos con sus hijos?

Al meditar con sinceridad estas preguntas, estoy seguro de que el Espíritu nos está ayudando aun ahora mismo y seguirá ayudándonos a cada uno para saber lo que debemos hacer en el hogar y en la Iglesia.

Las fuentes espirituales que necesitamos

Nuestras responsabilidades de aprender y entender la doctrina del plan, de defender el matrimonio honorable y de ser ejemplos del mismo, y de enseñar principios correctos en el hogar y en la iglesia tal vez nos hagan dudar de nuestra capacidad de llevar a cabo la tarea. Somos personas comunes y corrientes que deben llevar a cabo una obra sumamente extraordinaria.

Hace muchos años, la hermana Bednar y yo estábamos muy ocupados tratando de satisfacer las innumerables demandas de una familia joven y activa, además de responsabilidades en la Iglesia, profesionales y de la comunidad. Una noche, después de que los niños se durmieron, hablamos largo y tendido sobre cuán eficaces éramos en dar atención a todas nuestras tareas importantes. Nos dimos cuenta de que no recibiríamos en la eternidad las bendiciones prometidas si no cumplíamos más plenamente el convenio que habíamos hecho en la tierra. Juntos tomamos la determinación de hacer lo necesario para ser mejores como esposo y esposa. Esa lección, aprendida hace muchos años, ha tenido un gran impacto en nuestro matrimonio.

La dulce y sencilla doctrina del plan de felicidad nos brinda una valiosa perspectiva eterna y nos ayuda a entender la importancia del matrimonio eterno. Hemos sido bendecidos con todas las fuentes espirituales que necesitamos; tenemos la plenitud de la doctrina de Jesucristo; tenemos el Espíritu Santo y la revelación; tenemos ordenanzas salvadoras, convenios y templos; tenemos el sacerdocio y profetas; tenemos las Santas Escrituras y el poder de la palabra de Dios; y tenemos La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Testifico que hemos sido bendecidos con todos los recursos espirituales que necesitamos para aprender acerca del matrimonio honorable, para enseñarlo, para fortalecerlo y para defenderlo, y que, en efecto, podemos vivir juntos, en felicidad, como esposos, esposas y familias por la eternidad. En el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.

LA FAMILIA UNA PROCLAMACIÓN PARA EL MUNDO

Liahona, noviembre de 2010, pág. 129.

La Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

NOSOTROS, LA PRIMERA PRESIDENCIA y el Consejo de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, solemnemente proclamamos que el matrimonio entre el hombre y la mujer es ordenado por Dios y que la familia es fundamental en el plan del Creador para el destino eterno de Sus hijos.

TODOS LOS SERES HUMANOS, hombres y mujeres, son creados a la imagen de Dios. Cada uno es un amado hijo o hija procreado como espíritu por padres celestiales y, como tal, cada uno tiene una naturaleza y un destino divinos. El ser hombre o el ser mujer es una característica esencial de la identidad y del propósito premortales, mortales y eternos de la persona.

EN EL MUNDO PREMORTAL, hijos e hijas, procreados como espíritus, conocieron a Dios y lo adoraron como su Padre Eterno, y aceptaron Su plan por medio del cual Sus hijos podrían obtener un cuerpo físico y ganar experiencia terrenal para progresar hacia la perfección y finalmente lograr su destino divino como herederos de la vida eterna. El divino plan de felicidad permite que las relaciones familiares se perpetúen más allá del sepulcro. Las ordenanzas y los convenios sagrados disponibles en los santos templos hacen posible que las personas regresen a la presencia de Dios y que las familias sean unidas eternamente.

EL PRIMER MANDAMIENTO que Dios les dio a Adán y a Eva se relacionaba con el potencial que, como esposo y esposa, tenían de ser padres. Declaramos que el mandamiento de Dios para Sus hijos de multiplicarse y henchir la tierra permanece en vigor. También declaramos que Dios ha mandado que los sagrados poderes de la procreación han de emplearse sólo entre el hombre y la mujer legítimamente casados como esposo y esposa.

DECLARAMOS que los medios por los cuales se crea la vida mortal son divinamente establecidos. Afirmamos la santidad de la vida y su importancia en el plan eterno de Dios.

EL ESPOSO Y LA ESPOSA tienen la solemne responsabilidad de amarse y de cuidarse el uno al otro, así como a sus hijos. “…herencia de Jehová son los hijos” (Salmo 127:3). Los padres tienen el deber sagrado de criar a sus hijos con amor y rectitud, de proveer para sus necesidades físicas y espirituales, y de enseñarles a amarse y a servirse el uno al otro, a observar los mandamientos de Dios y a ser ciudadanos respetuosos de la ley dondequiera que vivan. Los esposos y las esposas, las madres y los padres, serán responsables ante Dios del cumplimiento de estas obligaciones.

LA FAMILIA es ordenada por Dios. El matrimonio entre el hombre y la mujer es esencial para Su plan eterno. Los hijos merecen nacer dentro de los lazos del matrimonio y ser criados por un padre y una madre que honran sus votos matrimoniales con completa fidelidad. La felicidad en la vida familiar tiene mayor probabilidad de lograrse cuando se basa en las enseñanzas del Señor Jesucristo. Los matrimonios y las familias que logran tener éxito se establecen y se mantienen sobre los principios de la fe, de la oración, del arrepentimiento, del perdón, del respeto, del amor, de la compasión, del trabajo y de las actividades recreativas edificantes. Por designio divino, el padre debe presidir la familia con amor y rectitud y es responsable de proveer las cosas necesarias de la vida para su familia y de proporcionarle protección. La madre es principalmente responsable del cuidado de sus hijos. En estas sagradas responsabilidades, el padre y la madre, como compañeros iguales, están obligados a ayudarse el uno al otro. La discapacidad, la muerte u otras circunstancias pueden requerir una adaptación individual. Otros familiares deben brindar apoyo cuando sea necesario.

ADVERTIMOS que las personas que violan los convenios de castidad, que maltratan o abusan de su cónyuge o de sus hijos, o que no cumplen con sus responsabilidades familiares, un día deberán responder ante Dios. Aún más, advertimos que la desintegración de la familia traerá sobre las personas, las comunidades y las naciones las calamidades predichas por los profetas antiguos y modernos.

HACEMOS UN LLAMADO a los ciudadanos responsables y a los funcionarios de gobierno de todas partes para que fomenten aquellas medidas designadas a fortalecer a la familia y a mantenerla como la unidad fundamental de la sociedad.

El presidente Gordon B. Hinckley leyó esta proclamación como parte de su mensaje en la Reunión General de la Sociedad de Socorro, que se llevó a cabo el 23 de septiembre de 1995, en Salt Lake City, Utah, EE. UU.

DMU Timestamp: November 08, 2021 21:20





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