Los sirios pasan sus días y noches en contenedores dispuestos en filas encima de lo que solía ser campos de cultivo en la frontera con Turquía.

Se trata de un campamento de refugiados modelo, Kilis.

Hay escuelas. Un supermercado moderno ofrece tarjetas de débito con fondos del gobierno para los residentes de los campamentos. Un zoco refugiados bulle con barberías, salones de té, una tienda de pájaro cantor. Los contenedores de vida son limpias y están equipadas con televisor. Y los caminos entre ellos están pavimentadas. Expertos humanitarios de muchos países han tropel a través de Kilis. Todos son aturdido, impresionado por las instalaciones, por la generosidad de los turcos.

Sin embargo, más de tres años después de que el primer grupo de 252 refugiados exhaustos straggled través de la frontera de Siria, Kilis se ha convertido en un símbolo de un problema, no una solución.

Mohammed Nasuh en el campamento de refugiados de Kilis. Su esposa Amina llora. Fotografía de Paul Salopek

Hoy en día, el campamento está a punto de reventar. Alberga más de 14.000 personas-una fracción de los aproximadamente 1,3 millones de refugiados que han buscado refugio de la guerra. Turquía ha gastado miles de millones en la vivienda y la alimentación de sus vecinos desplazados. Se pensaba que la guerra civil contra el dictador Assad sería corta; que Siria sería repoblada por los repatriados eternamente agradecidos a Turquía. Pero la guerra continúa. La bienvenida se desgasta. protestas anti-sirias están burbujeando en las ciudades turcas. Y todavía los refugiados vienen: Durante la semana pasada, otros 160.000 desplazados gente, kurdos este momento étnicos dispersos por la milicia islámica, han venido tambaleándose a través de la frontera. Con una nueva campaña de bombardeos liderada por Estados Unidos en curso contra los islamistas, este torrente humano no se detendrá.

"Esperamos", dice Mohammed Nassuh, un ex coronel sirio que vive en el campamento de Kilis durante un año con su familia. "Comer.Dormir. Mirando el tiempo pase. Haré lo que sea. Voy a trabajar como conserje. Voy a ir a ninguna parte. Esta no es una vida ".

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Los más afortunados: Los niños desplazados por la guerra civil en Siria cantar su himno nacional en una escuela para refugiados operado por el gobierno turco. Después de más de tres años de lucha, el costo de esos servicios ya no es sostenible. Campamento de Kilis, Turquía.

Camarógrafo: Paul Salopek. Productor: Adam Jabari Jefferson